jueves, 5 de abril de 2012

Y LLEGÓ LA TECNOLOGÍA Y CON ELLA INTERNET

Es increíble. Llevo más de la mitad de mi vida navegando por internet y prácticamente toda mi vida rodeada de ordenadores y máquinas que aprenden en un plis y un plas a hacer las cosas de forma automática. He sido consciente y testigo de muchas de las ventajas e inconvenientes, algunos peligrosos, de los movimientos que se producen en la red y sin embargo, a pesar de tantos años, aún me sorprende.
Pero lo que más me sorprende de todo es la facilidad de algunas personas para permanecer ajenos a todo esto y las dificultades con las que se encuentran otras para sobrevivir en ello.
Hoy por hoy, si no tienes una (o varias) cuenta de correo electrónico, alguna cuenta en alguna red social, un teléfono móvil (Smartphone, por supuesto) que te permite conectarte en cualquier parte (excepto donde más lo necesites) y algún que otro aparato mágico, no eres nadie. Y a pesar de que muchas personas seguirían siendo felices sin ser nadie, el propio sistema las anula.
Todo esto está pensado por mentes privilegiadas que te obligan a cambiar tu forma de vida por el bien del desarrollo social y tecnológico. Pero esas mentes no han caído en que hay otras personas e incluso entidades que no están por la labor de actualizarse, ni por la de facilitarles la ayuda necesaria a quienes se ven obligados por el propio sistema a realizar esa actualización.
Para encontrar trabajo en la situación actual (y esto sí que es misión imposible y no la de Tom Cruise) debes tener una cuenta de e-mail, y a través de ella enviar tu currículum allá donde quieras que se te tenga en cuenta para un proceso selectivo. Por supuesto mantén tu perfil actualizado.
Para solicitar una vida laboral, necesitas un certificado electrónico. Que ¿Qué es?. Puff. Bueno, algo así como un programita que hace que te identifiques como tú y que nadie se pueda hacer pasar por ti en internet. (Más o menos en versión casera)
Para obtener dinero tienes que tener una tarjeta, que lleva un chip, (muy difícil de definir para mí) y que te sirve, además de para lo primero, para realizar operaciones bancarias que en la mayoría de las ocasiones no salen bien y al final tienes que terminar llamando a un operario del banco que te saque las castañas del fuego; y que si las intentas realizar fuera del horario de la entidad, hace que tengas que dar dos viajes, el del día de los hechos y al día siguiente para recuperar tu tarjeta, porque el aparato ante tus dudas y tardanza en la ejecución de las operaciones, pensó que eras un mangante y se quedó con la dichosa tarjetita.
Te compras un coche (si eres de los privilegiados que tienes un sueldo fijo o te ha tocado una lotería o una herencia) de los más modernitos. Esto lleva asociado un máster en nuevas tecnologías para poder entrar, arrancar y ponerlo en marcha. Para hacer más “ciringoncias” necesitas un doctorado.
Sales a tomar un café con unos amigos que hace tiempo que no ves y al sentaros en la terraza de rigor, todo el mundo saca su súper ultramoderno móvil y lo pone encima de la mesa. Tú sacas el tuyo que no es muy grande, hace unas fotos más bien malillas y por supuesto carece de cualquier enlace a redes sociales porque no tiene ni conexión a internet. Con todo esto, además de complicarle la vida al camarero que no encuentra sitio donde poner las tazas con sus platos, se limita bastante el diálogo. Esos aparetejos no dejan de emitir sonidos de forma constante avisando a sus dueños de que han recibido un mensaje, ya sea de texto o multimedia, es decir, alguien les envía una frase, una foto o un vídeo. Y tú con cara de pardillo, miras de vez en cuando el tuyo, rezando por que alguien de los tuyos se acuerde de ti en ese preciso instante y te mande un SMS que es a lo máximo que puedes aspirar.
Pero realmente va pasando el tiempo y las personas se adaptan. A algunos les cuesta más, a otros algo menos y algunos otros parecen que ya venían con el chip de serie al nacer.
Después de tanto esfuerzo, te diriges a alguna administración pública, tu centro de salud, por ejemplo y al finalizar la consulta con tu médico le pides, por favor, que te imprima los resultados de tus análisis, a lo que el médico de familia, te contesta que tendrá que ser en la próxima consulta, porque ya ha pasado de esa pantalla y no sabe como volver atrás. O te desplazas 60 km para ir a una oficina del catastro (que en tu localidad no hay) y cuando te toca el turno la trabajadora que está detrás del mostrador te dice que tendrá usted que volver otro día porque el sistema acaba de caerse, que ella no puede resolverlo y que los informáticos están todos fuera resolviendo otros asuntos. También te puedes dirigir para un trámite cualquiera a tu administración autonómica y que el o la señora que trabaja en registro teclee a tal velocidad que después de hora y media en la cola, se cierre la ventanilla sin que haya llegado tu turno, por lo que consecuentemente tendrás que intentarlo al día siguiente, siempre y cuando no te haya cumplido el plazo correspondiente imposibilitándote así realizar el trámite. Y entonces te entran ganas de mandar todas las nuevas tecnologías a la porra y que vuelva la época prehistórica, agarrar un garrote y liarte a “mamporrazos” con todo el que se ponga a tu paso. Pero…eso no sería civilizado, te podría costar alguna que otra multa y posiblemente te proporcionaría un tiempecito a la sombra, mientras que esos trabajadores que decidieron no actualizarse se marchan a sus casas soltando todo tipo de improperios contra ti y contra la falta de paciencia de las personas en general, pero sobre todo muy convencidos de que tienen la razón que su puesto de trabajo les otorga por ley.

No hay comentarios:

Publicar un comentario