viernes, 30 de mayo de 2014

SU MEMORIA, MI RECUERDO

Cuando limpio el polvo de mi casa, cosa que sucede con la frecuencia justa, tiendo a recrearme en la limpieza de las estanterías donde tengo libros. No sé como lo hago pero siempre hay algún libro que termina saliendo de su sitio, como quien no quiere la cosa, y termina abierto en mis manos mientras yo me acomodo en el suelo. A veces, sólo releo algunos párrafos, otras veces algún capítulo completo y otras me deleito con algunos de los objetos que van a parar a su interior y que inicialmente eran ajenos a las historias allí contadas, como alguna antigua carta, una tarjeta de alguien, un marcador de páginas que tiene mucho que contarme y cosas por el estilo.
El otro día, al abrir uno de ellos, “Mérida, Perfiles del Pasado”, con la intención de volver a ver algunas de sus fotografía, como la de mi pediatra, Don Manuel Sanabria, y releer algunos de sus comentarios, como los de La Charca, una fotografía cayó de su interior sobre mis piernas.


También era en blanco y negro y también me remontaba al pasado. Supongo que la fotografía llegaría ahí de manos de mi madre, de quien he heredado el libro. Debía rondar el inicio de 1973 y yo posaba sobre una camilla, en casa de mis abuelos mostrando una feliz sonrisa. En aquellos tiempos, yo vivía ajena a las preocupaciones, porque según cuenta mi madre y hay constancia de ello por otras fotos, yo andaba sonriendo siempre.
Ahora, mirando la foto, me gustaría recordar que pasaba en ese momento por mi cabeza, a quiénes miraba, quiénes estaban allí haciendo algún tipo de gracia para que yo sonriera y se aseguraban de que yo no volara desde lo alto de la mesa mientras mi madre hacía la foto, porque de eso sí estoy segura, la que hacía la foto era mi madre. Todas mis fotos las hizo mi madre.
Es una pena no recordar nada de aquello. Las caricias de mi familia, los achuchones de mimo, el cariño extra de mi tata, la suavidad de todo mi entorno, la cabeza de mi hermano mayor asomando por encima de mi cuna y contestándole a mi madre que no estaba haciendo nada, que sólo me miraba y que tenían en casa un bebé muy aburrido porque ni habla ni nada, y otras tantas cosas hicieron de mi infancia unos años de disfrute para todos, pero que sólo recuerdan los demás. Unos años de felicidad plena sin recuerdo alguno, salvo fotos como esta, en las que aprendí a mirarme porque los demás me dijeron que era yo.

viernes, 23 de mayo de 2014

EL BOTÓN ROJO

En un momento de lucidez, o no, mi dedo índice, totalmente decidido, adoptaba la posición de pulsar.
Era el momento, el botón rojo siempre significa peligro, destrucción, y mi dedo, sin apenas vacilar, estaba dispuesto a tirarlo todo por la borda. Sólo tenía que ejercer una ligera presión y todo finalizaría.


Un instante después, el botón volvía a ser negro, todo volvía a ser el teclado de mi ordenador y ejercer presión sobre la tecla “enter” sólo cancelaría el envío de un mensaje que, de haber sido enviado, podría haber dado al traste con todo el proyecto.
Pulsar ese botón rojo en su momento habría eliminado un problema de forma drástica y poco elegante, pero en el fondo, mi dedo y yo somos más de solucionar que de usar artimañas de esta índole.

sábado, 17 de mayo de 2014

FIN DE UNA HISTORIA

Desde aquel momento en el que surgió el flechazo, tú rojo como un tomate y yo con los ojos abiertos como platos, mirándote a través del cristal, nadie pensó que nuestra relación pudiera durar tanto.
En el momento en que llegaste a casa te acomodaste en tu espacio, del que entiendo que has disfrutado plenamente durante todo este tiempo. El empezar a conocernos, el hacernos el uno al otro y entendernos, fue un período que no olvidaré nunca.
En estos catorce años de relación hemos vivido tantas cosas juntos, que me sería difícil enumerarlas. Me has acompañado en momentos difíciles y hemos podido planificar muchas vacaciones el uno con el otro; penas y alegrías, como debe ser. Los viajes, en ocasiones con compañía, y en otras ocasiones los dos solos, han sido un cúmulo de aventuras y experiencias que han ido marcando nuestra existencia. Contigo he descubierto paisajes excepcionales y he recorrido infinitud de kilómetros.
Me has protegido, has aguantado mis manías y has sido apoyo incondicional hasta el límite de tus posibilidades. Yo te he mimado durante tus achaques y posteriores enfermedades, aunque esta última te ha dejado en un estado lamentable. Compréndeme, esto no es fácil para ninguno de los dos, por lo que el miércoles, cuando la grúa venga a recogerte seguramente no estaré.
Querido coche, siento decirte, con todo el dolor de mi corazón, que después de tantos años, nuestra historia ha llegado a su fin.

viernes, 16 de mayo de 2014

LO MEJOR ES HABLAR CLARO

Entre la libertad de expresión y hacer apología de un delito hay algo más que una fina línea. Yo diría que se asemeja más a un enorme y grueso muro que algunos no han dudado en derrumbar de un plumazo. No es nuevo, se lleva derrumbando hace mucho, pero dependiendo a quién le duele, el muro se sustenta más o menos y la búsqueda del que lo derrumba se hace más intensa y efectiva o menos.
En las últimas búsquedas los culpables han salido rápido y por supuesto no ha sido ninguno de los que han grabado sus fechorías en internet o los que se han dedicado a realizar acoso escolar (en ocasiones con graves consecuencias) a alguno de sus compañeros de colegio o instituto. Estos deben ser unos delincuentes muchísimos más expertos que no se dejan atrapar así como así.
Por todo esto y tras los últimos sucesos políticos, entiendo que es importante medir, muy mucho, lo que se plasme por escrito. Por este motivo, he de decir que los políticos son unas bellísimas personas, seres humanos (con lo que eso conlleva: seres comprensivos, sensibles a los infortunios ajenos) de una enorme vocación, dispuestos siempre a hacer lo mejor para su pueblo, sin intereses personales, que nunca buscan el enriquecimiento propio (bueno de esta parte alguno habrá que sí, pero generalizando…), que están ahí por su propia valía y no por enchufe y que lo darían todo por los demás. Y ahora, el que me quiera entender, que me entienda.

jueves, 15 de mayo de 2014

INHUMANIZÁNDOME


Cuando algo explota, siempre es mejor ser un daño colateral que el objetivo principal de la explosión.
En este caso la persona que ha puesto la bomba no es muy inteligente, ni siquiera tiene experiencia, pero ha dado de pleno. Me ha estallado en todas las narices aunque venía más bien por la espalda.
Por mi condición humana, hice un intento de sacar bandera blanca y dar una tregua. Prefería la vía de la comunicación. Craso error, eso sólo sirvió para darle alas al enemigo y que tuviera el tiempo necesario para preparar el explosivo.
El daño está hecho y es irreparable, sólo puedo asumir la derrota y prepararme para el regocijo de la parte victoriosa, porque como mi cabeza no ha rodado del todo, seguirá presente, con la espada de Damocles amenazante sobre ella y dispuesta a ser cercenada del todo.
No ha sido la primera vez, pero sí la más rastrera.
La palabra “humano” surgió ayer en una conversación y hoy la he buscado en el diccionario de la RAE. Por supuesto me quedo con su segunda acepción: Comprensivo, sensible a los infortunios ajenos
No me voy a parar a analizar si los demás son o no humanos. Tristemente, la que, con cada una de esas explosiones, se está volviendo inhumana soy yo. Me estoy inhumanizando, aunque el palabro, ni siquiera sé si existe.

lunes, 12 de mayo de 2014

PAUSA PRIMAVERAL

A veces, teniéndolo tan cerca, ni siquiera se ve.
No hay mucha distancia y no da para relajarse conduciendo, pero sí da para enderezar el desastroso comienzo de una semana que no augura ninguna tranquilidad.
La llamamos “la charca” aunque tiene bastante agua. Un refresco y buena compañía admirando el paisaje durante un par de horas puede darme la relajación que no he tenido en todo el fin de semana.
Este es nuestro “Embalse de Proserpina”

domingo, 11 de mayo de 2014

FOTOGRAFÍA DE UN SENTIR

Imagen obtenida de una revista de neurocirugía (enlace)
 He visto una resonancia de mi cerebro. Lo han fotografiado por delante, por detrás, desde un lado y desde el otro. Lo han loncheado en capas y han llegado hasta el mismísimo centro; y de todas esas partes hay imágenes.
Ahora te lo encuadernan como si fuese una novela gráfica, o el álbum de fotos en blanco y negro de las últimas vacaciones, solo le falta un pequeño texto en cada una de esas viñetas.
De todas formas me da igual lo que muestra cada una de esas páginas, no las entiendo. Son manchas, unas más claras, otras más oscuras; hay zonas blancas, zonas negras y muchas zonas grises. Son borrones. Creo que se podría jugar a buscar la similitud que las manchas tienen con objetos. Me sorprende que el médico diga que mi resonancia muestra una mancha. Toda mi resonancia es una mancha. Creo que tengo emborronado mi cerebro y por ello, a veces, se emborronan mis pensamientos.
Ya podrían darle otro color al lóbulo frontal. Ahí es donde el médico me señaló cuando le pregunté en qué parte del cerebro se encuentran los sentimientos.
Al parecer está relacionado con los niveles de serotonina, oxitoxina, dopamina y algún otro neurotransmisor cerebral. Quizá si estas cosas tuviesen otro color, además de hacer más vistosas las resonancias, nos permitiría controlar esos niveles y así, de vez en cuando, dejar de sentir, o al menos disminuir la intensidad de los mismos.
De momento, el sentimiento no sale bonito en la foto.

sábado, 10 de mayo de 2014

MI ABUELA Y EL MAR



El jueves día 8 se presentó en el CPR de Cáceres el libro “Mi abuela y el mar”, un libro de poesía infantil, y no tan infantil.
Hubo elogios y agradecimientos por parte del CPR (Ana Nebrera), por parte de la Editora Regional de Extremadura (Rosa Lencero) y por parte de un compañero de batalla de la autora y de la ilustradora (Javier Ridruejo).
Algunos fueron anecdóticos y otros muy emotivos que nos fueron introduciendo en la materia, en el nacimiento de esos poemas.
Después habló Inma Cañete, autora de estos textos y protagonista, directa o cercana, de muchas de las situaciones que originaron las poesías. Nos habló de los sentimientos, de lo que aquellas palabras evocaban y de cómo surgió ese sueño que ha terminado materializándose en este libro.
Allí dentro viven los recuerdos de un niño sobre su abuela y el mar. Creo que todos podemos tirar de esos recuerdos, aunque no sean en el mar y aunque no siempre sean con nuestra abuela.
La ilustradora, Isabel Martín, a quien presentaron como una persona introvertida, terminó de conquistar mi alma con las explicaciones sobre esos dibujos, sus bocetos, sus modificaciones y las muchas imágenes, presentadas en la pantalla, que finalmente derivaron en los magníficos dibujos que acompañan a los poemas. La conexión entre autora e ilustradora fue inmediata; así nos lo explicaron y así se puede ver cuando te internas en las páginas de “Mi abuela y el mar”, donde, a veces, puedes sentir que la arena, cerca del mar, te está rozando los pies.
La música, aportada por Miguel Méndez y Rocío Méndez me recordó al vaivén de las olas que acercaban y alejaban recuerdos, porque “Todo es el mar”.
Mis sobrinos, Pablo y Luis, que me acompañaron en esta aventura, salieron encantados. La parte institucional, los agradecimientos y elogios iniciales se les hicieron un poco largos. Era su primera vez y esa parte, si no conoces el entorno ni el contexto, se les escapa a su entendimiento y no les engancha. Después disfrutaron escuchando a Inma e Isabel y visualizando los poemas y los dibujos en el ejemplar que yo había comprado antes de entrar. Durante un rato, el libro pasaba de las manos de uno a las del otro y sus cabezas se unían para ver conjuntamente el texto y las imágenes de las que en ese momento se estaba hablando. Pablo, que es el mayor, se lanzó a participar y contó, allí arriba, en el escenario y detrás de un micrófono, uno de sus recuerdos sobre su abuela y el mar. Para mí fue muy especial, es mi niño y se lanzaba a una nueva aventura. Salió diciendo: Hola, yo soy un niño… bueno, como se puede ver, soy un niño. Esto lo dijo porque todos los demás que habían salido a contar alguno de sus recuerdos, eran adultos y él tenía que dejar claro la importancia de que él es un niño.
Tras algunos comentarios más, de Inma, cada uno de los que había compartido con nosotros algunos de sus recueros, y a los que les regalaron un ejemplar, leyeron un poema del libro mientras Rocío y Miguel ponían música al momento.
Durante toda esa actividad el otro “mi niño”, Luis, permanecía sentado en mis rodillas. Su vergüenza le imposibilitó salir al escenario, pero disfrutó, totalmente emocionado cuando veía a Pablo, a quien habitualmente imita en todo, allí subido.
Al finalizar, autora e ilustradora, firmaron ejemplares, y allí estaban mis dos “piezas” dando sus nombres y mirando asombrados, cómo ambas les dedicaban unas palabras en sus libros, que al llegar a casa mostraron a sus padres.
Para mí fue un rato de disfrute pleno y para ellos su primera experiencia en la presentación de un libro.
Enhorabuena, Inma e Isabel.