La mente aceleró el comienzo del día elaborando una
larga lista de tareas para realizar. El cuerpo, sin intención alguna de obedecer
a la mente ralentizó el proceso de puesta en marcha e incluso amenazó a la
mente con no levantarse de la cama si esta metía prisas.
Empezó la batalla. La mente ordenaba por prioridad
las tareas. El cuerpo las rechazaba una tras otra, en un intento de no hacer
nada. A las tareas domésticas planteadas por la mente, el cuerpo respondió con varias
punzadas en la espalda. La mente reaccionó y cambió de tarea. En la elaboración
de una presentación gráfica, el cuerpo presionaba teclas sin ton ni son,
mostrando unos textos carentes de sentido y totalmente inservibles. Esta
tampoco era posible completarla. Y así, todas las tareas que la mente proponía,
el cuerpo las boicoteaba.
¿Qué estaba pasando? Se preguntó la mente. Normalmente,
el cuerpo no tiene tanto poder y suele obedecer.
Entonces buscó al alma, quien, de forma habitual, era
la mediadora en estos casos, pero se hallaba incursa en otros asuntos y no la
podía molestar.
La mente, que de pensar sabe mucho, se puso a ello.
Estaba acostumbrada a ganar, porque el alma solía darle la razón en las discrepancias
que tenía con el cuerpo, y como esto es un sistema democrático, la mayoría
gana. En alguna ocasión, uniéndose cuerpo y alma, asumió alguna derrota que
siempre y a posteriori le reportó una mayor victoria o algún beneficio
inmediato.
La solución vino rápido. Sin contar con el apoyo del
alma, sólo podría vencer al cuerpo de una forma: buscando algo que al cuerpo le
apeteciera tanto que no pudiera decir que no.
Planearía una fantástica noche de pasión
desenfrenada, (el sexo siempre es un elemento motivante), y así mientras llegaba y no llegaba la noche la mente se salió
con la suya. El cuerpo realizó las tareas domésticas para que todo estuviera
limpio y ordenado al llegar la noche. La elaboración de la presentación gráfica
era requisito imprescindible para no tener que trabajar una vez se hubiera
puesto el sol. Y además sobró tiempo para dibujar un rato y relajarse con algo
de lectura.
A las nueve y media sonó el timbre y la mente no
cabía en sí de gozo. No sólo había vuelto a ganar al cuerpo, sino que además compartirían
el beneficio final.