jueves, 5 de abril de 2012

ESTAMOS ENTRANDO EN PLAZO

Al mirar esta mañana el calendario, totalmente absorta en mi trabajo e intentando cuadrar las fechas para realizar las visitas que por mi trabajo tengo que realizar, me asaltó un pensamiento que, por más que intenté, no fui capaz de quitarme de la cabeza.
Estamos en marzo. Y ya ha pasado la primera mitad. Oh, oh, se acerca la fecha.
Dentro de nada, estamos en período de liquidación de la renta. Comienzan esas fechas en las que la mayoría de la gente anda haciendo comparaciones y comentarios que solo tienen cabida en estos meses, como las felicitaciones navideñas sólo tienen cabida en diciembre. “Si fulanito tiene que pagar es porque lo habrá ganado”. Y eso suele decirlo el que siendo víctima antaño decidió un buen día declarar sólo la mitad de lo que gana, que, por supuesto, le sale mucho más rentable. Qué le vamos a hacer.
De las navidades, escucho muy a menudo, que en cuanto te descuidas ya están aquí. Pues eso me pasa a mí con la renta. En cuanto me descuido ya estoy instalando el programita de marras del nuevo ejercicio en mi portátil y voy de casa en casa realizando el servicio.
Si bien es verdad, que las distintas delegaciones ponen a muchos trabajadores al servicio del ciudadano para ayudarlo en esta ardua tarea, también es cierto que en ningún momento se responsabilizan de nada y como lleves muchos papeles te dicen directamente que contrates los servicios de una gestoría porque usted no tiene una declaración sencilla. Eso es así y no cabe réplica.
Realmente yo no me dedico a esto y nada saco por ello, (espero que esto no lo lea ningún propietario de ninguna gestoría) excepto el mantenerme actualizada en esta materia y la satisfacción de echar una mano a aquellos (cercanos a mí) que todo esto les suena a chino con toda la razón del mundo.
Creo que cuanto más fácil intentan hacerlo para los que no lo entienden, más nos lo complican a los que sólo conocemos un poquito.
Alguno de los míos, en un amago de valentía y coraje, han osado llamar al teléfono de información para realizar una consulta. El resultado: CAÓTICO. Tras la llamada me ha tocado a mí reanimarlo y explicarle que el tipo medio de gravamen no es ninguna enfermedad grave y ni mucho menos contagiosa. O en alguna ocasión convencerlo de que no se había equivocado de teléfono y que la base liquidable no es ninguna frase de la mafia con la que lo estuvieran amenazando de muerte.
Las reanimaciones han sido más complicadas en aquellas ocasiones en que las cifras que revelaban el programa en su última página (donde dice lo que hay que pagar) superaban las 3 cifras. No se lo explican, ¿cómo les ha podido pasar algo así a ellos? En estos casos no hay consuelo posible.
En contraposición resultan más divertidas las situaciones en las que los sujetos se colocan a mi lado, ponen cara de víctima o de no haber roto un plato en su vida (como si el ordenador pudiera verlos) y hasta que esa última página no indican un resultado negativo (eso quiere decir que le devuelven) no respiran. Menos mal que no son declaraciones muy complicadas y se hacen rapiditas, sino, alguno moriría asfixiado. Pero una vez vuelven a respirar, entran en un estado de euforia y me invitan a algo. En ese instante es cuando me doy cuenta de que si la declaración hubiese salido a pagar, ese día me habría quedado sin Coca Cola. Como si yo tuviese la culpa. Y luego comienzan a hacer planes como si les hubiese tocado la lotería, realmente están convencidos de que han vencido a la gran bestia y de que ellos ganan. Ahí, es cuando me dan ganas de decirles que ese dinero era suyo, que si Hacienda lo devuelve es porque lo ha cobrado por anticipado, porque, por supuesto, la Agencia Tributaria jamás devuelve algo que no haya recaudado anteriormente. Pero tras pensarlo un instante decido no amargarle el día a nadie y dejarlos disfrutar de su momento.
Y lo mejor de todo es que, con la memoria con que la naturaleza me dotó, que viene siendo la de un pez, más o menos, cuando finalizado una declaración mi cerebro se reinicia como si de una computadora se tratara y me resulta imposible recordar los datos económicos de nadie. ¿Por qué esto es bueno? Pues porque, a pesar de hacer sólo las declaraciones de los míos, en esta época, el círculo de los míos se amplía, a veces tanto, que son los míos, los tuyos y los de aquellos y si todos esos datos se quedaran conmigo mi cabeza se colapsaría y reventaría como un huevo en un microondas.
A pesar de todo esto, cuando llega el 30 de junio, suelo acabar el mes con la satisfacción de haber echado una mano a un montón de gente y de comprobar que hay amistades que aunque sólo nos veamos una vez al año, somos fieles a esa cita. Mucha gente hace esto en Navidades, a mí me gusta más en primavera.
20 marzo de 2012

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