miércoles, 25 de abril de 2012

MI RITUAL DE LA NOCHE DEL SÁBADO

Sopla, sopla, sopla. Por un momento pensé que estaba de parto mientras el Cabo de la Guardia Civil me animaba en el transcurso de mi prueba de alcoholemia.
No falla, si vuelvo a casa después de las doce, un caballero vestido de verde, me espera en la rotonda que me lleva a mi localidad, con el aparatito preparado (el alcoholímetro, para los mal pensados) y la bolsa en la mano (la boquilla)  esperando para que yo la desprecinte.
Aunque no bebo nada que contenga alcohol, han tenido que pasar varios años para que no me ponga nerviosa al realizar la prueba. Ahora, me da cierta tranquilidad verlos allí, aunque no sé si porque velan por mi seguridad y la de todos o porque cuando los veo ya sé que estoy cerca de casa.
Este último sábado, repitiendo el ritual de los días en los que llego tarde, mi prueba dio negativa, como siempre.
Cada vez estoy más segura de que no se debe beber cuando hay que conducir, y aunque el principal motivo es el peligro en el que colocas tu vida y la de los demás, también tengo otros, entre los que está que si algún día se me ocurre hacerlo, fijo que me pillan.

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