miércoles, 9 de julio de 2014

“CALCETINES” Y SU CURIOSIDAD

Esta noche, mientras regaba el césped, mi mente divagaba libremente intentando desembotarse de números, informes y asuntos de esa índole que me mantienen alejada casi de todo, incluido mi blog. En el transcurso de la tarea, mi brazo agitaba la manguera sin una pauta clara, pero con el objetivo de distribuir el agua lo más uniformemente posible por la pequeña extensión de hierba.
Al separar el chorro de uno de los rosales que en ese momento se beneficiaba de mi labor casi nocturna, la cabeza de uno de los cachorros de gato que tenemos ha aparecido desde detrás del tronco. Su mirada seguía el movimiento del agua y la curiosidad inundaba la expresión de su mirada. No es un gato doméstico y de forma habitual huye cuando una mano humana lo intenta tocar. Mi sobrino, que le puso nombre a todos los que nacieron de esa camada, bautizó a este con el nombre de Calcetines, porque es totalmente negro a excepción de una bufanda que le rodea el cuello y la parte final de sus pezuñas que son de color blanco. De los tres cachorros que hay, según mi padre, este es el más caradura.
Ha hecho varios intentos de abordar el chorro de agua que lo ensimismaba con su movimiento, sin embargo, al acercarse, sigiloso la primera vez y algo más decidido las siguientes, algunas gotas de agua le han caído encima y ha salido corriendo como alma que lleva el diablo. No por ello cesó en su propósito. La curiosidad volvía a apoderarse de él y le hacía agudizar el ingenio. Volvió a intentarlo, pero esta vez, totalmente concentrado en el cordón de agua que serpenteaba por encima del verde, lo hizo siguiendo la línea de la manguera. En su estratégico avance, paso a paso, cauteloso, pero con la falta de experiencia propia de su corta edad, se detuvo, esperando el momento oportuno para el ataque, justo al lado de mi pie izquierdo. Cuando hice un ligero movimiento para mantener mi estabilidad, tomó conciencia de su estado de vulnerabilidad y todo en uno, miro hacia arriba, me vio, se le erizó hasta el último pelo de su cuerpo, salió corriendo sin dirección clara y todo el campo se le hizo pequeño en su afán de huir. Ha sido muy divertido ir observando cada uno de sus movimientos, aunque ya lo decía mi abuela, cuando nos pillaba enredando donde no debíamos: “Cuidado que la curiosidad mató al gato”