sábado, 14 de abril de 2012

MI CRISIS DE LA EDAD

Tengo la edad que tengo y jamás he tenido ningún problema con eso.
Nunca me he sumado años, a pesar de que a cierta edad, todo el mundo me decía que parecía mayor, ni me los he quitado, aunque ahora, algunos me digan que no los aparento.
Sin embargo llegando ya al final de la treintena, donde me encuentro, empiezo a dudar de si los años que he vivido son muchos o son pocos.
Para los pequeños de la casa, soy mayor. Para los más pequeñitos, soy muy mayor. Tan mayor, que lo que yo digo sienta cátedra hasta el punto de que si digo que en esta casa no hay fantasmas, en el hipotético caso de que los hubiera, saldrían corriendo para hacer reales mis palabras.
Para los mayores que yo, soy una cría. Se me tiene en cuenta, pero de aquella manera, y a veces, se les escapa: “Que cosas dice la niña”. Todavía escucho con frecuencia a mi alrededor frases como: “Eso es la falta de experiencia” “Cuando llegues a mi edad, ya te darás cuenta”
Esto último está muy bien si además consigo que sigan estando ahí cuando yo cumpla los 80 años, momento en el que será genial escuchar a alguien decir que soy una cría.
A veces, pienso que esto es una constante en mi vida, que comenzó cuando era adolescente y se me asignaban responsabilidades, porque ya era mayor, pero no me dejaban hacer muchas cosas porque aún era pequeña y, modificando las circunstancias, se mantiene hasta el día de hoy.
De momento lo único que hago es escuchar a unos y a otros, pues de todos se aprende, y de vez en cuando, crearme una duda existencial  sobre si soy o no lo suficientemente mayor y no demasiado vieja para hacer según que cosas.
A pesar de todo, sigo siendo feliz con mi edad y vivo cada día con la intensidad que, para mí, cada momento se merece, pero, como la palabra crisis está muy en auge, he decidido que yo estoy sufriendo la mía propia, y esa es la crisis de la edad. Que no es la misma que sufre todo el mundo, pero que es la mía.

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