Quizá debería darle un toque irónico, pero hoy no me
sale. Simplemente estoy cabreada.
Estoy harta, y ya lo he mencionado en muchas
ocasiones, de las terminaciones que definen un texto como sexista o no. Estoy
cansada de tener que leer y releer los textos que por trabajo tengo que
escribir (y últimamente son muchos) para comprobar si he puesto el suficiente
número de veces las terminaciones os/as, es/as y similares, dificultando así su
lectura, su comprensión y hasta la corrección gramatical. Y de la @ ya ni
hablamos.
Hoy me decían que todo se arregla poniendo una nota,
a pie de página, aclarando que el masculino engloba ambos sexos, porque el
neutro, en español, no existe. ¡Genial! Si aparece ese texto, la persona que lo
ha escrito ya no es machista, pero si por el contrario, tiene un lapsus, o el
corta y pega no le ha funcionado bien, automáticamente lo es. No lo entiendo, aunque
según los demás es una cuestión de mentalidad, de tenerlo presente. Sigo sin
entenderlo, principalmente porque no soy capaz de pensar por sexos. Debería investigar
algo al respecto, pero me temo que mis inquietudes andan ahora por otras lides.
Que yo, a pesar de ser mujer, no comparta esa
opinión, es motivo de debate en multitud de ocasiones.
Algunas, me dicen que no lo entiendo porque yo no he
tenido que luchar por la igualdad, porque me lo han dado todo hecho. Tienen
razón, yo no luché. Ya lo hizo mi madre por mí. Yo sufrí esas consecuencias entonces,
y las ventajas después. He vivido la igualdad en mi casa desde que nací, con
una madre trabajadora a la que apenas veía (hacía más horas que Dios) y
dedicada al mundo de la mecánica (muy de hombres en los años 60 y posteriores)
y un padre que tenía una charcutería y que habitualmente se encargaba de
recoger a mi madre porque él salía antes. En los paseos de los domingos mi
padre hablaba con todas las clientas que se iba encontrando por la calle,
mientras que mi madre hablaba con todos los hombres. A mí aquello siempre me pareció
normal. Las cosas no funcionaban por cuestión de sexo, sino por cuestión de
personas y de tiempo.
Es verdad, no tuve que luchar, en mi casa la igualdad
venía de serie y a mí nadie me preguntó.
Sin embargo, esas mujeres que critican mi
actitud, son las mismas que salen corriendo a ponerle la comida a sus maridos
independientemente del sacrificio que ello suponga, siguen diciendo frases como
“mi marido me ayuda mucho en casa” o hartas de trabajar vuelven a casa a realizar
las tareas domésticas, aunque su pareja haya estado todo el día tumbado en el
sofá, porque como consecuencia de la crisis, se encuentra en situación de
desempleo (bastante tiene el pobre, con lo que tiene). El tema de la educación
de los hijos, (perdón: e hijas), mejor lo obviamos. Pero eso sí, no se olvidan
nunca de añadir os/as, es/as, según proceda, e incluso, a veces, sin proceder. Viva la igualdad. Esa que usan de cobertura,
en plan adorno (como las de las magdalenas) en todos los textos, porque al
parecer la mía, como no la pongo por escrito, será que no la tengo.
Pensar, a veces, ayuda a cambiar la mentalidad,
aunque sólo a veces. Quizá alguien las debería haber enseñado a pensar.
Está bien luchar en la calle, pero cuando ya se
tiene la paz en casa.