jueves, 5 de abril de 2012

TU GRAN AMIGO, EL BANCO (SEGUNDA PARTE)


Hoy es sábado, y como hago habitualmente, he dedicado el día a mi familia y la noche a mis amigos.
Al traspasar la puerta de la casa donde habíamos quedado para cenar, el tema de conversación ya estaba servido. Pero, como es habitual en mí, tuve la intención de preguntar de qué iba la cosa. Digo habitual, porque nunca me entero de nada, y cuando pienso que llevo una primicia, suele ser alguna noticia de, cómo mínimo, cuatro o cinco días antes y todo el mundo está ya al tanto.
Realmente no me hizo falta preguntar. De repente escuché en la misma frase las palabras “estafa” y “banco”.
Entonces se dispararon todas mis alarmas y la temperatura de mi sangre comenzó a subir.
Con la intención de no alterarme y pasar una noche de sábado tranquila, me fui a la cocina a ver si podía ayudar en las labores culinarias y mantenerme al margen de la conversación.
Todo un éxito. Cuando volví al salón el tema había cambiado y la cena se desarrolló con total normalidad.
Pero, como siempre, tiene que llegar el león sordo y jorobar el concierto de la selva. A uno de mis amigos se le ocurrió poner la televisión justo en el canal donde emitían un debate sobre la estafa de la que se había estado hablando un rato antes.
No me hizo falta preguntar. En sólo dos minutos me puse al tanto de todo.
La gente confía su dinero a su entidad bancaria y esta le devuelve la confianza invirtiendo en operaciones de riesgo que además de no rentarle, les hace perder parte del capital inicial y no les permite retirarlo. Fantástico.
A eso se le añade la pregunta de una (creo que era) periodista haciendo referencia a si uno de los matrimonios afectados tiene o no dificultades económicas. Pura morbosidad, evidentemente. Como si el hecho de tener más o menos dinero diera derecho a los demás a robártelo, tócate las narices. La cosa iba mejorando.
Durante el transcurso del debate intervienen varias personas afectadas dando detalles, supongo que algunos innecesarios, aunque eso vende mucho, sobre sus casos. Las respuestas de varios profesionales se sucedían entre procedimientos legales que podían llevar a cabo y alguna que otra opinión que a mi gusto se las podrían haber ahorrado, pues los toros se ven muy bien desde la barrera.
¿Y de los responsables? ¿Quién habla de los responsables? Ni siquiera hubo mención alguna a ninguno de ellos. Responsabilidad, creo que es una de las palabras que, tranquilamente, podrían quitar del diccionario de la RAE. Total para lo que se usa.
Incapaz de aguantar más, comencé a soltar improperios contra las injusticias y contra el sistema, hasta el punto de quedar perplejos a algunos de los asistentes. Mi fiera interna había despertado. Ya tenía la noche hecha.
Un comentario desde la televisión llamó mi atención en ese momento y hacía mención a la opinión que se podían llevar los turistas hispanohablantes de los españoles, pudiendo los primeros pensar que nos han estafado a todos. A esto, otro de los tertulianos, contesta que mejor eso que no que puedan pensar que todos los españoles somos unos estafadores. A estas alturas del panorama español, la situación se me asemeja bastante a un dicho muy conocido de mi tierra que dice de las mujeres de Castuera que la que no es puta es turronera.
Así de triste es la cosa.

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