sábado, 28 de abril de 2012

APATÍA

Creo que tengo apatía.
Esta fue la respuesta que le di a un amigo cuando me preguntó qué me pasaba tras observarme durante más de diez minutos con la cabeza apoyada en mi mano, dejada de caer sobre la mesa y mirando fijamente el árbol que hay al otro lado de la ventana de mi salón.
Anda ya mujer, lo que tienes es cansancio. Se te ve en la cara. Me replicó él.
Ni de rebatirle tenía ganas. Me limité a decir: Será eso entonces.
Durante más de una hora permanecí con la misma pose y realizando la misma tarea, observar el árbol meciendo suavemente sus hojas.
Definitivamente estaba sufriendo un caso (no muy grave) de apatía.
apatía
1.       f. Dejadez, falta de interés, vigor o energía:
http://www.wordreference.com/definicion/apatía

viernes, 27 de abril de 2012

EL PARQUE DE LOS PAVOS

Cuando le pregunté a una amiga qué podía hacer en Plasencia entre la una del mediodía y las cuatro de la tarde un día de diario, su respuesta fue más que evidente, comer.
El día prometía ser entretenido, laboralmente hablando, y la verdad, no me apetecía mucho, finalizar la jornada de mañana, meterme en un restaurante a comer y volver al trabajo, por lo que una vez se lo hice saber, me planteó la opción de visitar “el parque de los patos”.
-Bueno, así lo llamo yo, porque tiene muchos patos, pero se llama… ah, sí, el parque de los pinos.- me explicó.
Me habló de su ubicación y de todo lo que en él me podía encontrar.
Me pareció una alternativa inmejorable, así que, a las dos de la tarde me encontraba en el parque de los pinos, en el centro de Plasencia, rodeada de árboles y animales, bocata y Coca-Cola en mano dispuesta a pasar un agradable mediodía.
Di un paseo por el interior con el objetivo de encontrar un lugar en el que comer tranquila y disfrutar del paisaje que me resultó sorprendente.
Tras admirar durante un rato alguno de los patos y pavos reales que deambulaban por allí, totalmente acostumbrados al paso de los humanos muy cerca de ellos, me senté en un banco a comer.
Al mirar a la izquierda, observé que lentamente, pero con paso firme, se iban acercando, hacia donde yo estaba sentada, una mamá pata con sus siete patitos que la seguían muy de cerca.
Asombrada por la destreza de estos pequeños en el arte de caminar detrás de su madre sin perderse ni atropellarse unos a otros a pesar de su cercanía, me percaté de un ruido detrás de mí.
Al girar la cabeza, un pavo real, totalmente blanco me miraba a los ojos a menos de 20 centímetros de mi cabeza. De pronto, pegó una avanzada, pico abierto, hacia mi bocadillo.
Del susto me levanté de golpe, pero quedé mi bolso abierto y a disposición del pavo encima del banco. Con mi gran desconocimiento sobre la ornitología, no me atrevía a hacer grandes aspavientos por miedo a que el animal me saltara encima, pero intentaba darle de señas para que sacara su cabeza del bolso, a ser posible sin llevar nada enganchado al pico.
No sé cómo, me veía en la mitad de un parque precioso, haciendo la imbécil a la vista de cualquiera y planeando una batalla con un pavo que amenazaba con robarme algo del contenido de mi bolso. Rezaba por no tener que salir corriendo detrás del ave tirándome en plancha sobre ella para recuperar algún objeto, como por ejemplo las llaves del coche. La situación me pareció tan ridícula, que me dio por reírme, y a la que el pavo sacó la cabeza, agarré mi bolso y salí corriendo.
Cuando llegué a la puerta del parque, miré hacia atrás y leí en el pórtico de la entrada “Parque de los Pinos”. Recordé entonces el comentario de mi amiga “el parque de los patos”. Lo vi claro, para mí sería el Parque de los Pavos.


miércoles, 25 de abril de 2012

MI RITUAL DE LA NOCHE DEL SÁBADO

Sopla, sopla, sopla. Por un momento pensé que estaba de parto mientras el Cabo de la Guardia Civil me animaba en el transcurso de mi prueba de alcoholemia.
No falla, si vuelvo a casa después de las doce, un caballero vestido de verde, me espera en la rotonda que me lleva a mi localidad, con el aparatito preparado (el alcoholímetro, para los mal pensados) y la bolsa en la mano (la boquilla)  esperando para que yo la desprecinte.
Aunque no bebo nada que contenga alcohol, han tenido que pasar varios años para que no me ponga nerviosa al realizar la prueba. Ahora, me da cierta tranquilidad verlos allí, aunque no sé si porque velan por mi seguridad y la de todos o porque cuando los veo ya sé que estoy cerca de casa.
Este último sábado, repitiendo el ritual de los días en los que llego tarde, mi prueba dio negativa, como siempre.
Cada vez estoy más segura de que no se debe beber cuando hay que conducir, y aunque el principal motivo es el peligro en el que colocas tu vida y la de los demás, también tengo otros, entre los que está que si algún día se me ocurre hacerlo, fijo que me pillan.

lunes, 23 de abril de 2012

UNA EDITORIAL MÁS

El viernes a mediodía, cuando pasaba por el salón de mi casa camino a recoger mi bolso para irme a trabajar, escuché en la televisión que se interrumpía la programación normal para emitir la rueda de prensa que la Vicepresidenta del gobierno iba a dar tras el último Consejo de Gobierno.
Decidí que no pasaría nada por llegar diez minutos tarde al trabajo si a cambio me mantenía informada sobre la actualidad que cada día amenaza con atacarnos.
En la introducción, nuestra Vicepresidenta anunciaba nuevos recortes en educación y en sanidad, cambios en las televisiones autonómicas, cambios que no explico muy allá (o que yo por lo menos no entendí muy bien) sobre el tema del combustible y que el Señor Rajoy acababa de llegar de Méjico esa misma mañana.
Como el tema ha dado, y dará para mucho, lo he vuelto a escuchar en varias ocasiones, en una de las cuales, se me ha venido a la memoria una editorial que leí en el periódico Extremadura hace unos días y de la que dejo copia literal.
Hurones, halcones y retratos
MARTI Gironell 08/04/2012
Los medios de comunicación deben mirar con lupa los presupuestos de las instituciones y fiscalizar a los gobernantes. Estos días, coincidiendo con la aprobación de los presupuestos más austeros de la democracia, hemos conocido algunas cifras. Dan para la demagogia, de acuerdo, pero también para corroborar que, pese a la situación, hay una determinada clase política que nos toma el pelo.
Vean los ejemplos. En el primer aniversario del aeropuerto de Castellón hemos conocido que chupa de las arcas públicas seis millones de euros anuales. Eso son 508.000 euros cada mes en mantenimiento, sueldos, vigilancia y protección de la fauna. La parte de la fauna son 90.000 euros anuales e incluye ocho hurones para controlar una plaga de conejos que amenaza con comerse los cables de la infraestructura. Más una patrulla de ocho halcones para eliminar a las aves que puedan afectar a unos aviones que, de momento, no existen.
Dos días después, y para no perder una tradición obsoleta y narcisista, se anuncia que en los pasillos del Congreso lucirá un retrato de su expresidente José Bono que ha costado 82.000 euros. Los de otros exaltos cargos oscilaron entre 25.000 y 100.000, dependiendo de si se trataba de una foto (la de Marín , también en el Congreso) o una pintura (la de Alvarez-Cascos en el Ministerio de Fomento). Después los criticamos porque no velan por la cultura, y fíjense si aprecian el arte que creen que hay que pagarlo, perdón, que tenemos que pagarlo. Al día siguiente leo que atender a un enfermo de alzhéimer en España supone 30.000 euros cada año. Entre enfermos y cuidadores, hay tres millones y medio de personas afectadas por esta enfermedad. Y no puedo evitar pensar en los hurones, los halcones y los cuadros.
Las tijeras no pueden pasar por las batas de sanidad: hay que cortar las alas de los que tienen sueños de grandeza.

Textos como estos los podemos encontrar en casi cualquier periódico y casi cualquier día, pero este me llamó especialmente la atención, porque aunque los gastos no sean desorbitantes, teniendo en cuenta que últimamente hablamos de miles de millones de euros como el que hablaba antes de las miles de pesetas, recortando en muchos de estos pequeños detalles y no tan pequeños, seguro que alcanzábamos para eliminar muchos de los súper recortes a los que ahora nos enfrentamos.

domingo, 22 de abril de 2012

UN SOPLAMOCOS

De pequeños, y sobre todo en verano, supongo que como todos los niños, mis primos, mis hermanos y yo, nos convertíamos en una panda de fieras por domesticar que agotábamos la paciencia de cualquier adulto que se cruzara en nuestro camino.
Por esa fecha, mi abuela era la persona que más tiempo pasaba con nosotros, junto a nuestra Tata. Ambas, estaban dotadas de una paciencia, que entonces nos parecía muy escasa y que vista ahora, me parece que era casi infinita, pero que cuando la agotábamos solía venir acompañada de una frase algo así como:
“Niño, como no te estés quieto te voy a arrear un soplamocos que verás”
Esta frase la he oído muchas veces y la tenía muy interiorizada, sin embargo, con los años, fue desapareciendo de mi vida.
Ahora, que soy yo la que creo que tengo paciencia infinita a pesar de que los pequeños de la casa piensan que no aguanto nada, he vuelto a escuchar esa frase en boca de la  madre de un amigo, la que hoy juega el papel de abuela.
Cuando la he oído, me he preguntado si esta es una de esas palabras que surgen en el momento adecuado en cada generación o por el contrario es de las que están predestinadas a desaparecer y el que hoy haya sonado ha sido pura casualidad.
Realmente y muy a mi pesar, me inclino más hacia la segunda opción, porque a esta abuela ya se le ha escapado alguna que otra vez aquella de “Niño, como no te estés quieto te voy a dar un hostia que verás”. Aunque gracias a Dios, nunca se ha tenido que hacer efectiva.
No obstante, y en mi particular e insignificante esfuerzo porque nuestro lenguaje no vaya dejando palabras cadáveres expuestas a ser eliminadas de la RAE, aquí dejo el significado de esta.
soplamocos.
1. m. coloq. Golpe que se da a alguien en la cara, especialmente en las narices.

Dejo este enlace porque, como no soy especialmente habilidosa buscando datos en internet, no he encontrado el de la Real Academia de la Lengua Española.

sábado, 21 de abril de 2012

HISTORIA DE 2

A pesar de que la semana ha sido bastante complicada, por fin ha llegado el viernes por la noche.
Esto además de marcar el inicio del fin de semana, que supongo que a todos nos viene bien, suponía tener una cita con el teatro, lo que, dicho sea de paso, me apetecía mucho.
Pues bien, ha sido una noche magnífica.
La obra elegida ha sido HISTORIA DE 2, que cuenta la historia de un profesor de 60 años, que tras mantener varías tutorías con la joven madre de un alumno, terminan enamorados el uno del otro.
Esta obra, que dirige Gabriel Olivares y representan, de forma espectacular (a mi gusto), Jesús Bonilla y Ana Ruiz, está escrita en tono de humor, pero un humor llano, sencillo y fácil, asequible para cualquiera, con unas pinceladas de drama, muy ajustado a la realidad que nos rodea.
Justo al inicio, cuando el profesor Ortiz, hacía recuento de sus 40 años de docencia, recordaba cómo le trataban de usted los alumnos en sus primeros días como profesor, y cómo el último alumno que salió de su clase justo el día que se jubilaba, antes de cerrar la puerta del aula, se volvió y le llamó “Hijo puta”. Aunque esto despertó una carcajada en el público (yo incluida), te hace reflexionar en los muchos cambios que se han producido y en la difícil situación en la que se encuentran, en demasiadas ocasiones, los que a la poco reconocida tarea de la enseñanza y la educación se dedican.
Quizás, por los años que he dedicado a esta profesión y por la especial relación que tengo con los que la siguen ejerciendo, he visto esta obra con otros ojos y he leído entre líneas matices que no me han dejado indiferente.
El autor, la marca como un homenaje a todos aquellos profesores anónimos que día a día hacen posible el milagro de la educación y el aprendizaje.
Y yo, durante las casi dos horas que ha durado la representación, me he sentido totalmente embelesada, me ha hecho sonreír en más de una ocasión y reírme a carcajadas en otras tantas. y sobre todo ha hecho que me olvidara de todo lo que había fuera de la sala.

martes, 17 de abril de 2012

LA PRIMA DE RIESGO

El pasado sábado, cuando llevaba a mi sobrino a jugar el último partido de futbol de la liga escolar, puse la radio con la intención de entretenerlo a él y a su hermana pequeña que enredaba intentando salirse del asiento de protección del coche. Ondacero, volvía a repetir la mala semana que hemos tenido en la Bolsa y la peligrosa situación en la que se encuentra la Prima de Riesgo española. Pulse varios canales, buscando algo de música y mientras los pequeños canturreaban, en mi cabeza se quedó grabada la famosa Prima de Riesgo.
Cuatro días después, en momentos salteados, y cuando no me están atacando con llamadas comerciales a deshora, vuelve a mi cabeza, no sólo la situación de la prima de riesgo (de la que por cierto, hoy no he sabido nada), sino la situación que dentro de unos años vamos a tener a consecuencia de ella.
Esta tarde, en una de las visitas relativas a mi trabajo, alguien, que debió verme cara de inteligente, me preguntó que qué era eso de la prima de riesgo que sale en todas las noticias, que le dan un valor que cada vez está peor, pero que no sabe qué significa.
Menudo papelón, explicar de forma sencilla algo tan complicado y dañino
Primero se me ocurrió que podía decir que es un índice que marca la diferencia entre los intereses que pagará España y los intereses que pagará Alemania por la deuda pública.
Después pensé que sería más sencillo explicar que son los intereses que España tendrá que pagar de más por su deuda pública por el riesgo que corren, los que la compren, de que no se les devuelva su dinero.
Como tampoco me parecía entendible opte por indicar que es el índice que mide el miedo de la gente por comprar deuda pública española, que hace que tengamos que subir el tipo de interés para que la gente se decida a comprarla. Y que a mi juicio va a hacer que andemos superpillados de aquí a diez años.
Al final me decidí por decir que es el índice que marca los intereses que el gobierno va a tener que pagar a aquellas personas que le presten su dinero durante un largo período de tiempo. Y que el hecho de que estuviera cada vez más alta, indicaba que los intereses serían cada vez mayores.
En cada una de las posibilidades, la cosa se iba simplificando y aún siendo consciente de que la explicación quedaría muy coja, seguro que era más asequible y adaptada al colectivo que me había realizado la pregunta.
Finalmente puse un ejemplo:
Prestan dinero a Alemania (compran su deuda pública) y este país paga unos intereses por esos préstamos del 2%
Prestan dinero a España (si alguien lo consigue) y paga unos intereses por estos préstamos del 6%.
La diferencia entre los intereses que paga España y los que paga Alemania son de 4 puntos porcentuales, lo que significa que tenemos una prima de riesgo de 400 puntos.
Cuantos más puntos suba la prima de riesgo, más intereses tendrá que pagar España por el dinero que le presten.
¿Cómo es posible que sea tan difícil de explicar algo que tenemos tan presente en nuestras vidas y que está haciendo que suframos tantos recortes en servicios públicos?
Por supuesto, si esto lo leyera cualquier economista, se echaría las manos a la cabeza y posiblemente me clausuraría el blog, pero al final, las personas que me hicieron la pregunta, entendieron algo más de las noticias que nos bombardean a diario, y aunque me hubiera gustado mucho más explicarles como montar una empresa y ayudarles a ganar dinero, lamentablemente, esta es la situación que tenemos.

LAS LLAMADITAS

Cuando inicié este blog, coloqué una frase debajo del título que decía “Situaciones que le pueden pasar a cualquiera”.
A estas alturas, no sé si le pueden pasar a cualquiera o no, porque algunas de las cosas que me pasan a mí parecen extraídas de una película del mismísimo Almodóvar.
Al llegar esta noche a mi casa, estaba sonando el teléfono. Eso me llamó bastante la atención, porque desde que ando enredando con las nuevas tecnologías, cuando tengo internet no tengo teléfono y cuando tengo teléfono, no tengo internet. Y a veces no tengo ninguna de las dos cosas.
Estaba intentando abrir la puerta lo antes posible para llegar a coger la llamada, cuestión bastante complicada porque del brazo izquierdo colgaba una mochila y el bolso, del brazo derecho el portátil, el abrigo y la bufanda y con los dientes seleccionaba la llave correcta.
Evidentemente, cuando quise llegar al aparato, la llamada se había agotado.
Cuando me disponía a recoger el reguero de objetos que había ido dejando a mi paso en la carrera hacia el teléfono, el aparato volvió a sonar. Me dio la impresión de que sería algo importante, porque tanta insistencia en tan poco tiempo no suele deparar buenas noticias.
Al contestar, la voz de una mujer, deduzco que sudamericana (por el acento, y porque me costó bastante entenderla) me ofrecía una vajilla de una calidad suprema a un precio irrisorio. De principio me quedé perpleja. Las once menos cuarto de la noche y me llaman dos veces para venderme una vajilla.
Con toda la educación que me dieron mis padres y alguna más que he ido adquiriendo a lo largo de los años, decliné mi interés por el menaje del hogar e intentando parecerme al señor de SEUR que me atendió días atrás, mantuve el mismo volumen y el mismo tono en las incontables veces que tuve que decir que no estaba interesada.
Una vez finalizada la llamada y todavía sorprendida por las horas a las que hacen trabajar a estas benditas criaturas, me dispuse a recoger todo lo que había dejado por el medio, cuando volvió a sonar el teléfono. Miré al aparato y tentada de no descolgar, me venció el miedo a que realmente fuera algo importante, por lo que accedí.
Entonces fue un chico, también sudamericano que me ofrecía unas condiciones estupendas si cambiaba mi compañía de suministro telefónico de ORANGE  a TELEFÓNICA. Me di cuenta entonces que no podía ser como el señor de SEUR. Incapaz de mantener el mismo volumen y el mismo tono, le hice saber, primero que no estaba interesada en cambiar de compañía y en segundo lugar que no eran horas de llamar a nadie.
Dos en una noche, vaya tela.
Con mi mosqueo, me decidí a meterme en la ducha, y ya después recogería todas las cosas. No me dio tiempo. El teléfono volvió a sonar. Entonces pensé: Dios mío, estos se habrán dado cuenta de que he estado sin teléfono varios días y piensan hacerme todas las ofertas en la misma noche.
Al mirar la pantalla del aparato, ya sí me ofrecía el número de la llamada entrante (cosa que antes no salía, porque se quedaba la pantalla en blanco) y era de Madrid. Como allí reside parte de mi familia y amigos, descolgué con cierta confianza.
Era de ORANGE, para comunicarme que me habían restablecido la línea después de unos problemas técnicos. Como si no me hubiera dado cuenta ya. Que graciosos. De paso, aprovechaban la ocasión para consultarme mi grado de satisfacción en la entrega del nuevo router. Aquí me despaché agusto, para que nos vamos a engañar.
Y como suele suceder en estos casos, entró una última llamada. Un número larguísimo.
Al descolgar, la educación, el tono, el volumen y todo lo demás estaban ya totalmente fuera de lugar. Gran planchazo. Era mi sobrino que me llamaba desde Estados Unidos.
Por un momento mi niño pensó que me había dado un ataque de algo. Y no iba muy desencaminado.
Esto lo incluyes en una película cómica y el público se parte.
Y digo yo. ¿No había salido una ley, una norma un decreto o lo que sea que prohibía hacer llamadas de este tipo a no sé qué horas del día y de la noche? Si entallo esta noche al que decidió saltarse la ley, no queda de él ni el recuerdo.
Y ante una de estas, ¿a quién hay que quejarse?, porque aparte del susto inicial, y el cabreo que se ha ido incrementando en cada llamada, me han dado las once y media atendiendo asuntos comerciales.
De aquí en adelante, si alguien me tiene que hacer alguna llamada a partir de las diez de la noche, ya se puede asegurar de que yo conozca el número, porque si no le va a contestar quien yo le diga.

sábado, 14 de abril de 2012

MI CRISIS DE LA EDAD

Tengo la edad que tengo y jamás he tenido ningún problema con eso.
Nunca me he sumado años, a pesar de que a cierta edad, todo el mundo me decía que parecía mayor, ni me los he quitado, aunque ahora, algunos me digan que no los aparento.
Sin embargo llegando ya al final de la treintena, donde me encuentro, empiezo a dudar de si los años que he vivido son muchos o son pocos.
Para los pequeños de la casa, soy mayor. Para los más pequeñitos, soy muy mayor. Tan mayor, que lo que yo digo sienta cátedra hasta el punto de que si digo que en esta casa no hay fantasmas, en el hipotético caso de que los hubiera, saldrían corriendo para hacer reales mis palabras.
Para los mayores que yo, soy una cría. Se me tiene en cuenta, pero de aquella manera, y a veces, se les escapa: “Que cosas dice la niña”. Todavía escucho con frecuencia a mi alrededor frases como: “Eso es la falta de experiencia” “Cuando llegues a mi edad, ya te darás cuenta”
Esto último está muy bien si además consigo que sigan estando ahí cuando yo cumpla los 80 años, momento en el que será genial escuchar a alguien decir que soy una cría.
A veces, pienso que esto es una constante en mi vida, que comenzó cuando era adolescente y se me asignaban responsabilidades, porque ya era mayor, pero no me dejaban hacer muchas cosas porque aún era pequeña y, modificando las circunstancias, se mantiene hasta el día de hoy.
De momento lo único que hago es escuchar a unos y a otros, pues de todos se aprende, y de vez en cuando, crearme una duda existencial  sobre si soy o no lo suficientemente mayor y no demasiado vieja para hacer según que cosas.
A pesar de todo, sigo siendo feliz con mi edad y vivo cada día con la intensidad que, para mí, cada momento se merece, pero, como la palabra crisis está muy en auge, he decidido que yo estoy sufriendo la mía propia, y esa es la crisis de la edad. Que no es la misma que sufre todo el mundo, pero que es la mía.

miércoles, 11 de abril de 2012

EL ENVÍO

Esta mañana ha sonado en mi teléfono la entrada de un mensaje. Eso no es nada especial, pues recibo una media de 30 mensajes diarios por temas de trabajo. Sin embargo, este mensaje, sí que era especial y dibujó una sonrisa en mi cara. Era de ORANGE y me anunciaban que el router nuevo había sido enviado.
Por fin iba a volver a tener conexión en mi casa sin tener que conectarme de prestado a la línea de un vecino (y digo de prestado, por supuesto, porque si no me hubiera dado él la contraseña no habría podido hacer nada).
Alguien, por teléfono, me dijo el viernes, que un técnico vendría a mi casa y me lo sustituiría, pero bueno, no le pondremos pegas, si total, ya me van a enviar el aparatito… ¿Digamos que no voy a ser capaz de instalarlo?
Un par de horas después de la buena nueva, recibí otro mensaje que me quedó un poco suspendida. ORANGE me anunciaba que había habido una incidencia en la entrega del paquete y me sugerían que me pusieran en contacto con SEUR y les diera un número de referencia. Ya empezamos. ¿Pero no me puede salir una derecha?
Al salir del trabajo, decidí pasar por la oficina de SEUR en vez de realizar la llamada, porque estas cosas en persona (pensaba yo) se arreglan mejor, y con un poco de suerte a lo mejor me entregan el paquete y me voy toda feliz para mi casa.
Allí en su oficina, me atendió un señor increíblemente capaz de mantener siempre la misma cara y el mismo tono de voz en las 8 o 10 veces que me repitió que no había nada a mi nombre. ¿Los entrenan?
Lo intenté por mi nombre, en primer lugar. A la vista de la negativa, lo intenté por la dirección de mi casa. Como tampoco hubo suerte, le proporcioné un número de referencia que me había proporcionado ORANGE con el mensaje de la incidencia. Pues nada. Yo, en mi afán de llevarme el envío para mi casa, lo reintenté con el primer número de localizador que llegó en el primer mensaje. Vuelta otra vez la burra al trigo. Que no había nada a mi nombre.
Fijándome bien en el señor que me atendía, en el extenso vocabulario que estaba empleando y la enorme capacidad de resolución, deduje yo solita que no era la persona más inteligente del mundo, por lo que le pedí, por favor, que volviera a escribir mi nombre por si la primera vez no lo había hecho bien. Esta frase no le hizo mucha gracia y casi consigo que, al decirme que no había nada a mi nombre, variara el tono de voz. Pero creo que fue más una sensación mía que una realidad.
Era como darse golpes contra un muro. Los guardias que están en la puerta del Palacio Real tienen más registros de expresiones que este señor.
Totalmente derrotada, cargué con mi fracaso, camino de mi casa sin el dichoso aparato. Una vez más la ineptitud vencía a la cordura y aquellas cosas que pueden ser simples, como ir a recoger un paquete a una empresa de mensajería, se volvía a convertir en una odisea de idas y venidas en búsqueda del paquete perdido.
Ya en mi casa, miraba el router estropeado como si ambos compartiéramos la misma sensación de frustración. A él nadie vendría a buscarlo y a mí nadie me hacía ni puñetero caso.
Entonces miré el teléfono y recordé que en ambos mensajes me proporcionaban un número de teléfono al que llamar y averiguar qué pasaba con mi envío.
Decidí llamar, creo que más con la intención de quejarme del trato recibido, que con la esperanza de que me resolvieran algo. Sin embargo, en dos minutos mi bulto, (porque así lo llamó) estaba totalmente localizado. Me pidió, muy amablemente, mi localización para el día siguiente, para hacérmelo llegar sin más demora y sin incidentes causados por la ausencia.
¿Cómo es posible que alguien a cientos de kilómetros de distancia sea capaz de resolver una situación como esta, mejor que el compañero que está en la misma ciudad que el paquetito? Misterio.
No sé si es que me las busco, o simplemente me las encuentro, pero desde luego, tengo un imán.

martes, 10 de abril de 2012

LA FELICIDAD INTERIOR BRUTA

El pasado fin de semana he estado de turismo de interior en Salamanca.
Hacía años que no la transitaba. Pasear por sus calles, visitar sus monumentos y disfrutar de su gastronomía, han convertido un día gris y lluvioso en una magnífica jornada, muy de acuerdo con todos aquellos que la han ido declarando de interés turístico y patrimonial en muchos de sus aspectos.
Al visitar la Casa de las Conchas, situada frente a la Universidad Pontificia, me encontré con una exposición que me pareció una verdadera obra de arte. Las fotografías, además de ser de una calidad asombrosa, estaban dotadas de un contenido emocional y social impactante.
El nombre de la exposición era “Reinos perdidos del Himalaya, Bhutan” y su autor Juan Villalobos, a mi gusto, un excelente artista salmantino.
Al inicio de la visita junto a un par de fotografías, rezaba el siguiente texto:
Jigme Singye Wangchuck, cuarto rey de l país que ascendió al trono en el año 1972 a los 17 años, siendo el monarca más joven del mundo, mostró una gran destreza al conducir al país a la modernidad del siglo XXI conservando sus raíces del siglo XVII, con una meta primordial: “La felicidad interior bruta es mucho más importante que el producto interior bruto” (2 de junio de 1974, en su discurso de coronación). El verdadero desarrollo de una sociedad, defiende, se logra cuando los avances en lo material y en lo espiritual se complementan uno a otro. Cada paso de una sociedad debe valorarse en función no sólo de su rendimiento económico, sino de si conduce o no a la felicidad. Si nuestros indicadores sólo miden cuánto producimos, nuestras acciones tenderán sólo a producir más. Por eso había que convertir la Felicidad Interior Bruta (FIB) de una filosofía a un sistema métrico.
La Felicidad Interior Bruta (FIB) se fundamenta en cuatro pilares:
Buen gobierno, Preservación cultural, Conservación del medioambiente, Desarrollo socioeconómico equitativo.
La materia prima es un cuestionario que responderán los ciudadanos bhutaneses cada dos años y su resultado marcará la tendencia a seguir por el gobierno. En consecuencia, siguiendo la filosofía budista que define la felicidad como un bienestar que brota de la unión física y espiritual, el primer objetivo de la actividad económica del gobierno butanés es promover el bienestar humano y no sólo la adquisición de bienes materiales.
Al finalizar la visita, ya saliendo de nuevo a la calle, y pensando en todo lo que había visto, me di cuenta de que en mi interior había una carcajada un tanto irónica.
Por un momento, me imaginé al Sr Rajoy intentando medir la FIB (Felicidad Interior Bruta) de los españoles.

LA RENTA

Son las 00:00 del día 10 de abril de 2012.
Acaba de comenzar el período de liquidación del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas del ejercicio 2011.
Para algunos, esto es una contrarreloj, porque aquellos a los que les sale a devolver, presentarán sus declaraciones lo antes posible para que la Agencia Tributaria les devuelva su dinero cuanto antes. Para otros la cosa va con más calma, ya que los sujetos  que deben pagar, la presentarán en los últimos días del período para poder disfrutar de su dinero todo lo que puedan.
Suerte, porque tal y como está la economía, me temo que los que tienen que cobrar no lo van a poder hacer hasta que cumplan con sus obligaciones los que tienen que pagar y aún así veremos.
De todas formas, quiero recordar que hasta el 31 de diciembre el gobierno puede pagar sin tener que hacerlo con intereses de demora y en Navidades también viene muy bien una alegría de esas.

lunes, 9 de abril de 2012

UNA TARDE DE PARQUE

Estaba totalmente absorta en mi libro, con la espalda apoyada en un árbol que el encargado de conservación del parque me había dicho que era un Carballo (roble, para los no entendidos). El aire mecía con suavidad mi pelo, descolgando con frecuencia un mechón sobre mi frente que me impedía leer, y que yo colocaba suavemente detrás de mi oreja para intentar que no se moviera.
En la historia que me tenía totalmente ensimismada, una chica, en sus orígenes modista, corría para salvar su vida, por las vías férreas de Portugal, por dedicarse a cuestiones de espías en la época de la postguerra española, allá por el año 40 más o menos.
Cuanto más peligro corría la protagonista, más rápido leía yo, como si por el hecho de llegar antes al final de la página, tuviera alguna opción de ayudarla a salvarse. Como si su futuro dependiera realmente de mi ligereza visual y comprensiva.
De pronto cuando ella tenía que saltar del tren y mi corazón latía a toda velocidad, un niño de unos 4 años me dijo “hola”, tan cerca de mi oído, que hizo que mis latidos se pararan de golpe y mi cabeza girara como si de un mecanismo con resorte se tratara. Evidentemente, en medio de todo el susto, no tuve ni tiempo de cambiar la cara, con lo que el niño, tras mirarme unos segundos, salió corriendo como alma que lleva el diablo gritando a todo pulmón: ¡PAAAPAAAAAAÁ!
Cuando recuperé los latidos normales y pude desencajar la cara tras el susto, decidí darle un tiempo de descanso a la protagonista de mi libro (que debía estar agotada de tanto correr) y acercarme al padre de la criatura para dar alguna explicación a la extraña situación que se había producido hacía un momento.
Mientras caminaba hacia el papá y el niño, que estaban situados de espaldas a mí, iba recordando un chiste que no viene al caso, pero que me hacía pensar en qué respuesta darle si el papá en cuestión, intentaba echarme una reprimenda por la forma de tratar a su hijo.
Hubo suerte y no tuve que dar ninguna explicación. Primero, porque el papá, como buen adulto, pidió disculpas por la inesperada intromisión del pequeño, dando así ejemplo al crío y, segundo, porque al mirarnos fijamente a la cara no tardamos más de un instante en reconocernos.
Habían pasado varios años. Justo esos años en los que la gente cambia más. Pero a pesar de que las canas habían empezado a aparecer en sus sienes, de que su cabello no era tan abundante como antaño y su figura había dejado de ser la un atlético digno de asistir a unas olimpiadas, aún quedaba en su mirada ese brillo especial que trasmitía tranquilidad a todo aquel al que se dirigía y que lo hacía único.
Supongo que al igual que yo percibí en él los estragos de los años, él también debió percibirlos en mí. Con la diferencia de que él, como un auténtico caballero, pronunció esa frase tan socorrida que te hace quedar como un señor: “Dios mío, cuanto tiempo, estás mejor que nunca”.
A mí, poco amiga de los imprevistos y sorpresas, se me hizo un nudo en la garganta que me impedía pronunciar ni una sola palabra. Después de balbucear un par de veces, pareciendo que me acababa de dar una parálisis, me salió un “¿este niño es tuyo?” que resonó en mi cerebro con bastante eco. Inmediatamente pensé: “Dios mío, lo he dicho en voz alta”.
Durante unos instantes, por mi cabeza atravesó un torbellino de pensamientos que tendían más a provocarme un mareo que a estabilizar la situación. ¿Por qué los demás podían aparentar normalidad y tranquilidad (fingida o no) mientras mis nervios afloraban dejando ver claramente mi descontrol sobre la situación? ¿Qué hacía él allí? ¿En qué momento se convirtió en papá? ¿Dónde estaba la mamá de la criatura? ¿Por qué en una ciudad de más de cuatro millones de habitantes tengo que encontrarme justo con él? ¿Por qué no se abre la tierra en este momento y desaparezco? ¿Quién me mandaría a mí venir a dar explicaciones a nadie con lo bien que le iba a mi protagonista saltando del tren? ¿Qué es lo siguiente que tengo que decir para intentar enderezar un comienzo del reencuentro tan desastroso? ¿Y si está separado? O a lo mejor ya es viudo. No, por favor, como puedo ser tan cruel, pobre criatura.
Ordenando y priorizando mis ideas y sentimientos, conseguí empezar un conversación bastante coherente, dadas las circunstancias.
Las típicas preguntas surgieron con naturalidad, ya por ambas partes, y las típicas respuestas se fueron sucediendo como si de un guión de cine se tratara.
No era lo que más me apetecía, pero era lo más recomendable si no quería volver a estar en tierras movedizas; por lo que después de un número adecuado de preguntas y respuestas y un par de gracias al retoño que lo acompañaba y causante de toda aquella situación, opté por despedirme y volver por donde había venido, para retomar mi interesante lectura y hacer como si aquel paréntesis no se hubiera producido nunca.
Un par de besos y un abrazo pusieron el punto y final a ese encuentro que difícilmente podría calificar.
La vuelta a mi árbol vino acompañada de muchas sensaciones, pero ninguna de ellas era la tranquilidad. A partir de ahí, daría igual con qué tarea intentara olvidar lo sucedido, esto permanecería en mí durante unos días. Con más intensidad al principio para ir desvaneciéndose poco a poco hasta que quedara guardado en mi baúl de los recuerdos.
Los cuentos de princesas no existen, pero el que un día fue mi príncipe azul, hoy vive feliz con otra princesa y a su bebé principito se le ve muy alegre. Y aunque a Julia Roberts le siente genial el papel de bruja y malvada madrastra, no todas podríamos estar a la altura. No es bueno desmontar la vida de nadie ni dejar que desmonten la tuya.

domingo, 8 de abril de 2012

95 AÑOS ¿Y QUÉ?


Al conectarme hoy para subir un texto, he visto que me había entrado un e-mail de un amigo.
En él, además de contarme algunas noticias de amigos comunes, y por motivos que ahora no vienen al caso, me regala un texto que me ha gustado bastante y que dejo aquí transcrito (sin meterlo en un power point) para quien lo quiera leer.
Mi amigo, que es muy honrado, hace mención en su correo a que el texto, evidentemente, no es suyo, sino que lo ha encontrado mientras leía un blog de una señora de 95 años y que lo copió para mí (muy agradecida). Y para no tener problemas con esto de la propiedad intelectual, insertó en el cuerpo de la carta el enlace al blog.
Como la curiosidad es uno de mis, no sé si defecto o virtud, pero tengo mucha, he tardado, apenas un par de segundos, en hacer click en el enlace y ponerme a leer.
Esto es una evidencia más de mi despiste y desconexión con el mundo real.
Esta señora ha salido en todos los medios de comunicación que conozco y en todos los que no conozco, algunos nacionales y muchos más internacionales. Yo, claro está, me entero 6 años después de que comenzara a escribir y 3 años después de que la señora falleciera. Así soy yo.
Pero bueno, como dicen que más vale tarde que nunca, y que nunca es tarde si la dicha es buena, desde aquí, me gustaría felicitar a su nieto, principal artífice de esta hazaña y, a título póstumo, a la Sra Amelia, protagonista principal del blog y de su vida.
Independientemente de todo lo que en su blog escribió, colgó y con quién conversó, lo que me ha parecido más impresionante ha sido su forma de vivirlo, que, como ella decía en uno de sus textos, “el internet le había quitado 20 años de encima”.
A lo mejor, lo de la edad es importante, porque debe llegar un momento en la vida (o eso me dicen los que son mayores que yo) en el que te de igual lo que los demás piensen o digan porque ya has adquirido el derecho a decir y a hacer lo que te de la gana.

¿Qué es una mujer?
Las mujeres vienen en medias, tacones y colores diferentes. Se las encuentra en todas partes, en la calle, oficinas, playas, templos, espectáculos, clubes y raras veces en la cocina de sus casas.
Los automovilistas les temen, los modistas las odian, los hombres las adoran, los niños las necesitan y las lágrimas las protegen.
Una mujer es el Amor tras una capa de pintura. Misterio tras una mirada y la Ternura en metro y medio.
Tienen la astucia del zorro, el candor de un lirio, la audacia de un tigre, el fuego de un volcán, la pureza de la nieve, la intuición de cuatro linces, la mansedumbre de un arroyo, la curiosidad de un gato y la fortaleza del acero.
Les gustan las pieles, los perfumes, ir de compras, los halagos, las joyas, las noches de luna y los versos de Neruda.
Les desagradan las visitas repentinas, las medias torcidas, la nariz brillante, los ratones, llegar a tiempo a una cita, los hombres sin rasurar.
Nadie más soporta en silencio dolor como el del parto y llora porque se le quemó el asado.
Ni se acomoda en un bolso cincuenta chucherías y olvida la llave del departamento.
Nadie más recuerda el color del vestido que llevaba una amiga diez años atrás.
Ni le dice a una enemiga sonriendo: ¡Qué mona te ves!
Una mujer es un ser excepcional y enigmático.
Sin ellas no habría poesía ni canciones, ni grandes hombres, ni razón de vivir.
Ni el calor en el hogar y ternura para el niño.
Ésa es una mujer... la obra más maravillosa que ha hecho Dios…
Felicidades por ser tú, parte de esta bella obra!!!
Denise

sábado, 7 de abril de 2012

EL COMIENZO DEL DÍA

La autonomía con la que he dotado a la televisión de mi dormitorio, hace que a las 7 de la mañana de por comenzado el día deleitándome con un impresionante y detallado recorte presupuestario, una espectacular subida de la prima de riesgo que sitúa a la deuda pública en unos intereses del 5,9%, una relación ordenada de las situaciones que más preocupan a la población encabezada por el desempleo y un motón de políticos que intentan justificar una situación que además de injustificable, resulta incomprensible para una gran mayoría.
Este es el comienzo de lo que puede ser un gran día, o no, ¿Quién sabe?
Mi mejor remedio para combatir este comienzo es un buen desayuno viendo las aventuras de Phineas y Ferb junto a Perry el ornitorrinco. No hay nada como ver a una superficial hermana mayor intentando pillar a sus hermanos pequeños poniendo en marcha grandes inventos y haciendo feliz a todos los que encuentran a su alrededor sin que sus padres se enteren de nada. Mientras, Perry el ornitorrinco realizando las tareas de superagente encubierto, salva, en cada episodio, al mundo, del malvado más malvado de los tres estados.
¿Quién necesita a Belén Esteban y toda la “jarca mora” haciendo "el gamba" para olvidarse durante un ratito de los problemas?
NOTA: Sólo nombro a esta persona, porque desconozco el nombre de todos los demás con los que dice que trabaja.

viernes, 6 de abril de 2012

DOMINGOS Y FIESTAS DE GUARDAR

Viernes Santo. Una hora y media colgada al teléfono, 8 veces reseteado el router, 15 minutos mirando un pilotito que parpadeaba hasta que los ojos se me han nublado de tanto mantener fija la mirada. El resultado final: el router está averiado y cuando pasen los días de fiesta alguien muy amablemente vendrá, cuando pueda, a sustituírmelo.
Tres días sin teléfono y sin conexión a internet. Bueno, no es el fin del mundo. Bajaré a comprar el periódico y lo leeré en papel, como toda la vida se ha hecho. Prepararé algunos archivos para enviar el lunes desde el trabajo. Leeré algún libro, evidentemente de los que tengo en papel en casa, y los que están en la nube, pues que esperen. Y en algún momento encenderé la televisión que en una de estas se me estropea por falta de uso.
Es verdad que nos hemos creado una dependencia de las nuevas tecnologías que cuando nos fallan nos desmontan la vida. Pero también es verdad que cuando llega un fin de semana o unos días de fiesta, más te vale que no te ocurra ningún altercado, porque independientemente de la gravedad del mismo, la solución tendrá que esperar al siguiente día laboral.
Así, no es aconsejable enfermar durante estos días, ya que los que suelen estar de guardia en los centros de salud y hospitales, o bien son los novatillos (sin menospreciar su valía), o son los menos avispados que no fueron capaces de cambiar la guardia y se la colaron sin darse cuenta.
Tampoco es aconsejable tener una avería en la que tengas que recurrir a los servicios de un técnico con urgencia, porque además de hacerte el arreglo en plan chapucilla y con la frase: “No se olvide de llamar a su técnico de confianza que le cambie esta o aquella pieza”, te pasarán un factura equiparable al trabajo de un técnico durante una semana completa.
Y si es posible, no te dejes robar en estos días. La policía tampoco es muy amiga de andar removiendo historias durante los días de fiesta. Mejor a partir del lunes.
Durante estos días hay que dedicarse a salir a beber, comer y dormir fuera de casa, porque los del sector de la hostelería sí que lo tienen asumido. Estos son de otra estirpe, trabajan cuando todos los demás se divierten y encima lo hacen con una sonrisa en la cara y con una frase amable siempre a punto. Claro, que hay excepciones.
Para enfermar, sufrir averías, que te roben o cualquier otra circunstancia nada agradable, ya están los días de diario, que además te ofrecen la posibilidad de faltar al trabajo.

jueves, 5 de abril de 2012

EL CIELO DE MADRID

El jueves pasado recibí un mensaje en mi móvil: “Mañana, 5 de la tarde, boca de metro de Gran Vía. Te voy a subir al cielo. No faltes”
Dicho así, podía ser cualquier cosa, pero sea como fuere, el cielo siempre es un buen sitio para visitar, evidentemente, si se puede volver.
Mereció la pena y mucho. Y aunque conozco un sitio donde me siento más cerca del cielo que en este, desde luego, no está en el centro de Madrid. El lugar elegido fue la terraza del Círculo de Bellas Artes de Madrid y, para mí, es una visita muy recomendable.
No sólo es impresionante lo que desde allí se puede ver, sino lo que, situada allí, se puede sentir.
 

Estas fotografías realizadas in situ muestran el paisaje. Para las sensaciones hay que subir.

EL 347

Por enésima vez, el bendito modelo 347 es como un espía al que no hay Dios que le siga la pista.
Durante años se presentaba antes del 30 de abril y santas pascuas. Cada uno declaraba aquellas operaciones con terceros que habían superado los 3000€ aprox. y hasta el año siguiente.
De un tiempo a esta parte, da igual cuando lo presentes, seguro que estás fuera de plazo.
El año pasado ya no era en abril, resultó que su plazo de presentación cumplió el 30 de marzo. A mí, como a mucha más gente, se nos pasó el plazo. Lo presentamos en abril. ¡Vaya por Dios!
Este año, muy convencida de que el plazo no se me pasaba, a principios de marzo, el modelito preparado. ERROR! ERROR!. Cumplió a finales de febrero.
Y ahora te vas al calendario del contribuyente y si tienes lo que hay que tener, lo encuentras.
Probaremos el año que viene a ver si hay más suerte.

TIRARSE AL VACIO


Es un nuevo deporte, bueno, ya no tan nuevo, pero sí muy de moda.
Siempre he pensado que para practicarlo hay que tener una condición física adecuada y una condición mental excepcional, porque eso de tirarse al vacío, por muy atada que estés y por muchas redes que te pongan abajo… Vamos, que en el momento de tirarse debes tener una capacidad de concentración y de decisión, que una mente cualquiera no tiene.
Pero, desde luego, no hay nada como tener una “panda de amigas” a tu alrededor para convencerte de que eres capaz. Que ellas lo hayan hecho, es un punto a favor. Que a algunas no le haya salido bien, pero se hayan repuesto con facilidad, te hace plantearte que tú también puedes. Y de pronto un día, ves la oportunidad y te lanzas. Por supuesto con un solo testigo, claro, porque lo de hacer el ridículo con público y club de fans, como que no.
Y evidentemente, ZAS! Castañazo al canto. Nada salió como se esperaba y el golpe fue de órdago.
¿Qué hice mal? Ni idea. Todo fue tan rápido que sólo tuve tiempo de ver que me la había pegado. No sé si me tiré por el lado que no era. O si lo que hice fue tirarme demasiado rápido. Quizás no tenía bien atadas las cuerdas o, tal vez, la red que tenía debajo ya estaba muy desgastada y no pudo sujetarme. Lo único que ha quedado grabado en mi memoria fue el momento del impacto.
Bueno, no pasa nada, ahora sólo hay que recuperarse. Entonces, con elegancia, sutileza y sin darle mucha publicidad, pides a alguna de las de tu panda que se ha golpeado alguna vez que te explique cómo se sale de esta y qué medidas hay que tomar para que no queden secuelas. Pero resulta que donde a ti te duele, a ella no le ha dolido nunca, donde tú estás magullada, ella jamás sintió ni la más leve molestia y cómo tú te sientes, ella, no sólo jamás se sintió, sino que además nunca lo imaginó. Esta sí que es buena. ¿Y ahora?
Pues ahora, toca ir dando trastazos de un lado para otro, totalmente dolorida, con las defensas muy, muy bajas, bastante desconcertada y rezando para que el malestar pase lo antes posible, para, desde luego, no volver a saltar.
Estas cosas se hacen una vez en la vida, y después del resultado obtenido y pasado algún tiempo, quedará como una experiencia más. Para no repetir, desde luego, y sobre todo, para no aconsejar a nadie.
Y aunque no soy amiga de dar consejos, (que frase tan típica) aquí haré una excepción. Jamás te plantees hacer algo así porque los demás te digan que puedes. Estas cosas se hacen cuando una está convencida de que realmente es el momento y puede hacerlo y, sobre todo, no se hace por probar. Comprueba bien las cuerdas, revisa bien la red y, si es posible, que se tire otro antes que tú.
Esto es aplicable a casi cualquier ámbito de la vida. Y si es verdad que “el que da primero da dos veces”, ten cuidado que te puedes encontrar con dos golpes por el precio de uno.

PENSAR Y PASEAR

Me encanta pasear por Madrid.
Sin rumbo, ni objetivo determinado, sin prisas y sin agobios.
Mis pensamientos se entrecruzan con muchos otros con los que jamás llegan a intercambiarse y que varían desde la ilusión, a la decepción, de los proyectos por emprender, a los éxitos cumplidos, o los fracasos rotundos, de amores por empezar, a convivencias rotas, desde las alegrías de compartir, al dolor por las ausencias y mil cosas más.
Cada uno a lo suyo. Así es la gran ciudad.


TU GRAN AMIGO, EL BANCO (SEGUNDA PARTE)


Hoy es sábado, y como hago habitualmente, he dedicado el día a mi familia y la noche a mis amigos.
Al traspasar la puerta de la casa donde habíamos quedado para cenar, el tema de conversación ya estaba servido. Pero, como es habitual en mí, tuve la intención de preguntar de qué iba la cosa. Digo habitual, porque nunca me entero de nada, y cuando pienso que llevo una primicia, suele ser alguna noticia de, cómo mínimo, cuatro o cinco días antes y todo el mundo está ya al tanto.
Realmente no me hizo falta preguntar. De repente escuché en la misma frase las palabras “estafa” y “banco”.
Entonces se dispararon todas mis alarmas y la temperatura de mi sangre comenzó a subir.
Con la intención de no alterarme y pasar una noche de sábado tranquila, me fui a la cocina a ver si podía ayudar en las labores culinarias y mantenerme al margen de la conversación.
Todo un éxito. Cuando volví al salón el tema había cambiado y la cena se desarrolló con total normalidad.
Pero, como siempre, tiene que llegar el león sordo y jorobar el concierto de la selva. A uno de mis amigos se le ocurrió poner la televisión justo en el canal donde emitían un debate sobre la estafa de la que se había estado hablando un rato antes.
No me hizo falta preguntar. En sólo dos minutos me puse al tanto de todo.
La gente confía su dinero a su entidad bancaria y esta le devuelve la confianza invirtiendo en operaciones de riesgo que además de no rentarle, les hace perder parte del capital inicial y no les permite retirarlo. Fantástico.
A eso se le añade la pregunta de una (creo que era) periodista haciendo referencia a si uno de los matrimonios afectados tiene o no dificultades económicas. Pura morbosidad, evidentemente. Como si el hecho de tener más o menos dinero diera derecho a los demás a robártelo, tócate las narices. La cosa iba mejorando.
Durante el transcurso del debate intervienen varias personas afectadas dando detalles, supongo que algunos innecesarios, aunque eso vende mucho, sobre sus casos. Las respuestas de varios profesionales se sucedían entre procedimientos legales que podían llevar a cabo y alguna que otra opinión que a mi gusto se las podrían haber ahorrado, pues los toros se ven muy bien desde la barrera.
¿Y de los responsables? ¿Quién habla de los responsables? Ni siquiera hubo mención alguna a ninguno de ellos. Responsabilidad, creo que es una de las palabras que, tranquilamente, podrían quitar del diccionario de la RAE. Total para lo que se usa.
Incapaz de aguantar más, comencé a soltar improperios contra las injusticias y contra el sistema, hasta el punto de quedar perplejos a algunos de los asistentes. Mi fiera interna había despertado. Ya tenía la noche hecha.
Un comentario desde la televisión llamó mi atención en ese momento y hacía mención a la opinión que se podían llevar los turistas hispanohablantes de los españoles, pudiendo los primeros pensar que nos han estafado a todos. A esto, otro de los tertulianos, contesta que mejor eso que no que puedan pensar que todos los españoles somos unos estafadores. A estas alturas del panorama español, la situación se me asemeja bastante a un dicho muy conocido de mi tierra que dice de las mujeres de Castuera que la que no es puta es turronera.
Así de triste es la cosa.

TU GRAN AMIGO, EL BANCO

Los bancos se inventaron antes que el dinero. Los primeros bancos operaron en la antigua Mesopotamia, donde los palacios reales y templos ofrecían lugares seguros para guardar granos y otras mercancías. Se tiene conocimiento de que, hace más de 5,000 años, el Templo de Uruk, por ejemplo, poseía tierras y recibía donativos regulares u ofrendas, los cuales hacía producir concediendo préstamos.
(http://www.banqueros.us/privados/superintendencia/bancos/origen_de_bancos/)
De todos es sabido que cuando tienes dinero entras en cualquier banco por la puerta grande, y cuando no lo tienes, a veces, no te dejan ni entrar.
Pero esto se está poniendo de una forma que como nos descuidemos, todo el dinero lo van a tener los bancos y no va a haber puerta grande más que para los directivos de los mismos, que ni siquiera para sus empleados.
Cada vez en más ocasiones, meto en el mismo saco a estas entidades y a aquellas que siendo públicas no pueden funcionar para el ciudadano, pues aunque te encuentres con trabajadores dispuestos a darlo todo por solucionar las cosas, la burocracia, los procedimientos o, llámalo como quieras, cortan radicalmente cualquier iniciativa.
Hace unos días una amiga me comentaba que no entendía el sistema bancario. Si yo le doy mi dinero al banco, para que este se lo pueda prestar a otra persona y le cobre intereses por ello, ¿Por qué me cobra a mí las comisiones de mantenimiento y de no sé cuantas cosas más?.
No creo que lo pueda entender ni ella, ni nadie.
Pero es así, y encima, si tienes algún problema con tu entidad bancaria échale los rezos a todos los santos que conozcas, porque por la vía normal, ir al banco y hablar con alguien responsable, no lo solucionas ni de broma.
La responsabilidad se diluye de tal forma que puedes tener a todos los trabajadores de una sucursal a tu disposición y que el responsable de tus males no aparezca, y seguramente será verdad y no estará allí. Es prácticamente imposible saber quién tiene la culpa de que te carguen un recibo indebidamente, pero mucho más difícil todavía, si cabe, conocer al gracioso que hace que la devolución de ese recibo se demore, a veces por meses.
Se pierde una escritura original en tu entidad, pues nada, te vas al notario le pides otra y la pagas tú. Vamos, lo normal.
Yo le digo a mi jefe que he perdido un documento que se puede duplicar, sólo repitiendo su firma, (así de sencillo y de rápido) y al día siguiente estoy en la oficina de empleo sacándome la tarjeta de desempleo.
La diferencia radica principalmente en que mi jefe sabe en todo momento qué es lo que estoy haciendo y cuáles son mis responsabilidades y aunque se me pueda admitir un error, como a cualquiera, desde luego no pasa desapercibido y sin, como mínimo, un toque de atención, dependiendo de la gravedad del mismo. En un banco, ignoro si alguien se entera o no de las meteduras de pata de los demás, pero da igual, no hay un “responsable” que asuma su puesto.
Y para más, tenemos que seguir trabajando con ellos porque la ley nos obliga. No se pueden realizar intercambios de dinero sin que pasen por el banco, quedando así constancia de los movimientos. Pero esos movimientos llevan un coste añadido que va aumentando el coste de la transacción. No tienes forma de librarte (de forma legal) de este gasto. ¡Dios mío!, Pero ¿En qué mundo vivimos?
Cuando un banco se constituye como entidad financiera se le hace entrega de un poder inmenso y cuando las cosas van mal, se le hace entrega de un montón de dinero también inmenso. Así se levanta la economía de un país.
Yo, por lo pronto, me vuelvo a coger vacaciones para intentar resolver mis problemas con mi gran amigo, el banco. A ver si de este golpe se me ocurre algún escrito que me solucione el problema antes de tener que pagar y no con posterioridad, como en el caso del OAR.
Cuando llegue agosto, yo estaré trabajando, porque he agotado mis vacaciones intentando solucionar los problemas que me han causado los que en ese mes están de vacaciones. Así es la vida.