jueves, 5 de abril de 2012

TU GRAN AMIGO, EL BANCO

Los bancos se inventaron antes que el dinero. Los primeros bancos operaron en la antigua Mesopotamia, donde los palacios reales y templos ofrecían lugares seguros para guardar granos y otras mercancías. Se tiene conocimiento de que, hace más de 5,000 años, el Templo de Uruk, por ejemplo, poseía tierras y recibía donativos regulares u ofrendas, los cuales hacía producir concediendo préstamos.
(http://www.banqueros.us/privados/superintendencia/bancos/origen_de_bancos/)
De todos es sabido que cuando tienes dinero entras en cualquier banco por la puerta grande, y cuando no lo tienes, a veces, no te dejan ni entrar.
Pero esto se está poniendo de una forma que como nos descuidemos, todo el dinero lo van a tener los bancos y no va a haber puerta grande más que para los directivos de los mismos, que ni siquiera para sus empleados.
Cada vez en más ocasiones, meto en el mismo saco a estas entidades y a aquellas que siendo públicas no pueden funcionar para el ciudadano, pues aunque te encuentres con trabajadores dispuestos a darlo todo por solucionar las cosas, la burocracia, los procedimientos o, llámalo como quieras, cortan radicalmente cualquier iniciativa.
Hace unos días una amiga me comentaba que no entendía el sistema bancario. Si yo le doy mi dinero al banco, para que este se lo pueda prestar a otra persona y le cobre intereses por ello, ¿Por qué me cobra a mí las comisiones de mantenimiento y de no sé cuantas cosas más?.
No creo que lo pueda entender ni ella, ni nadie.
Pero es así, y encima, si tienes algún problema con tu entidad bancaria échale los rezos a todos los santos que conozcas, porque por la vía normal, ir al banco y hablar con alguien responsable, no lo solucionas ni de broma.
La responsabilidad se diluye de tal forma que puedes tener a todos los trabajadores de una sucursal a tu disposición y que el responsable de tus males no aparezca, y seguramente será verdad y no estará allí. Es prácticamente imposible saber quién tiene la culpa de que te carguen un recibo indebidamente, pero mucho más difícil todavía, si cabe, conocer al gracioso que hace que la devolución de ese recibo se demore, a veces por meses.
Se pierde una escritura original en tu entidad, pues nada, te vas al notario le pides otra y la pagas tú. Vamos, lo normal.
Yo le digo a mi jefe que he perdido un documento que se puede duplicar, sólo repitiendo su firma, (así de sencillo y de rápido) y al día siguiente estoy en la oficina de empleo sacándome la tarjeta de desempleo.
La diferencia radica principalmente en que mi jefe sabe en todo momento qué es lo que estoy haciendo y cuáles son mis responsabilidades y aunque se me pueda admitir un error, como a cualquiera, desde luego no pasa desapercibido y sin, como mínimo, un toque de atención, dependiendo de la gravedad del mismo. En un banco, ignoro si alguien se entera o no de las meteduras de pata de los demás, pero da igual, no hay un “responsable” que asuma su puesto.
Y para más, tenemos que seguir trabajando con ellos porque la ley nos obliga. No se pueden realizar intercambios de dinero sin que pasen por el banco, quedando así constancia de los movimientos. Pero esos movimientos llevan un coste añadido que va aumentando el coste de la transacción. No tienes forma de librarte (de forma legal) de este gasto. ¡Dios mío!, Pero ¿En qué mundo vivimos?
Cuando un banco se constituye como entidad financiera se le hace entrega de un poder inmenso y cuando las cosas van mal, se le hace entrega de un montón de dinero también inmenso. Así se levanta la economía de un país.
Yo, por lo pronto, me vuelvo a coger vacaciones para intentar resolver mis problemas con mi gran amigo, el banco. A ver si de este golpe se me ocurre algún escrito que me solucione el problema antes de tener que pagar y no con posterioridad, como en el caso del OAR.
Cuando llegue agosto, yo estaré trabajando, porque he agotado mis vacaciones intentando solucionar los problemas que me han causado los que en ese mes están de vacaciones. Así es la vida.

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