martes, 26 de febrero de 2013

YO, TAMBIÉN TENGO TIROIDES


Hace unos días, mientras permanecía en la cola de mi entidad bancaria, haciendo recuento de las tareas pendientes y con la mirada fija en los variopintos carteles anunciadores de productos bancarios, dos señoras que llegaban en ese momento, llamaron mi atención.
Una de ellas, con un considerable sofocón y pañuelo en mano limpiándose la nariz, le comentaba a su acompañante: “Mi niño tiene tiroides. Y encima el médico me lo dice así, con toda la tranquilidad del mundo y con el niño delante. Y va y dice que no es grave. Como si tener tiroides no fuese muy grave y más en un niño de su edad.”
Mi primera intención, con ánimo de disminuir el sofocón, fue decirle que no se preocupara, que tiroides tenemos todos, que nos viene de serie. Que posiblemente su hijo tendría alguna enfermedad relacionada con esa glándula y que seguramente con el tratamiento adecuado no tendría más consecuencias.
Tras mirarla unos segundos, me dije para mí: “Estate calladita, que todavía te vas a meter en un lio y te van a contestar que si tú sabes más que los médicos. Y que eso de que tiroides tenemos todos será porque yo lo diga
Ante esa tesitura, mi tiroides y yo, terminamos de realizar nuestras gestiones y nos fuimos a casa a por nuestro merecido descanso, aunque en el trayecto de vuelta, de vez en cuando, pasaba la mano por mi cuello, sintiéndolo, en ese momento, más que nunca.

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