martes, 17 de diciembre de 2013

TEXTOS CON COBERTURA DE IGUALDAD

Quizá debería darle un toque irónico, pero hoy no me sale. Simplemente estoy cabreada.
Estoy harta, y ya lo he mencionado en muchas ocasiones, de las terminaciones que definen un texto como sexista o no. Estoy cansada de tener que leer y releer los textos que por trabajo tengo que escribir (y últimamente son muchos) para comprobar si he puesto el suficiente número de veces las terminaciones os/as, es/as y similares, dificultando así su lectura, su comprensión y hasta la corrección gramatical. Y de la @ ya ni hablamos.
Hoy me decían que todo se arregla poniendo una nota, a pie de página, aclarando que el masculino engloba ambos sexos, porque el neutro, en español, no existe. ¡Genial! Si aparece ese texto, la persona que lo ha escrito ya no es machista, pero si por el contrario, tiene un lapsus, o el corta y pega no le ha funcionado bien, automáticamente lo es. No lo entiendo, aunque según los demás es una cuestión de mentalidad, de tenerlo presente. Sigo sin entenderlo, principalmente porque no soy capaz de pensar por sexos. Debería investigar algo al respecto, pero me temo que mis inquietudes andan ahora por otras lides.
Que yo, a pesar de ser mujer, no comparta esa opinión, es motivo de debate en multitud de ocasiones.
Algunas, me dicen que no lo entiendo porque yo no he tenido que luchar por la igualdad, porque me lo han dado todo hecho. Tienen razón, yo no luché. Ya lo hizo mi madre por mí. Yo sufrí esas consecuencias entonces, y las ventajas después. He vivido la igualdad en mi casa desde que nací, con una madre trabajadora a la que apenas veía (hacía más horas que Dios) y dedicada al mundo de la mecánica (muy de hombres en los años 60 y posteriores) y un padre que tenía una charcutería y que habitualmente se encargaba de recoger a mi madre porque él salía antes. En los paseos de los domingos mi padre hablaba con todas las clientas que se iba encontrando por la calle, mientras que mi madre hablaba con todos los hombres. A mí aquello siempre me pareció normal. Las cosas no funcionaban por cuestión de sexo, sino por cuestión de personas y de tiempo.
Es verdad, no tuve que luchar, en mi casa la igualdad venía de serie y a mí nadie me preguntó.
Sin embargo, esas mujeres que critican mi actitud, son las mismas que salen corriendo a ponerle la comida a sus maridos independientemente del sacrificio que ello suponga, siguen diciendo frases como “mi marido me ayuda mucho en casa” o hartas de trabajar vuelven a casa a realizar las tareas domésticas, aunque su pareja haya estado todo el día tumbado en el sofá, porque como consecuencia de la crisis, se encuentra en situación de desempleo (bastante tiene el pobre, con lo que tiene). El tema de la educación de los hijos, (perdón: e hijas), mejor lo obviamos. Pero eso sí, no se olvidan nunca de añadir os/as, es/as, según proceda, e incluso, a veces, sin proceder.  Viva la igualdad. Esa que usan de cobertura, en plan adorno (como las de las magdalenas) en todos los textos, porque al parecer la mía, como no la pongo por escrito, será que no la tengo.
Pensar, a veces, ayuda a cambiar la mentalidad, aunque sólo a veces. Quizá alguien las debería haber enseñado a pensar.
Está bien luchar en la calle, pero cuando ya se tiene la paz en casa.

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