Esta noche, en una improvisada e íntima reunión de
amigos, (esos amigos con los que al final, una termina sincerándose) ha salido
el tema de los exámenes, de cuando aún estudiábamos y cómo no, de las
tecnología que entonces empleábamos en la elaboración y uso de las chuletas.
Nunca fui muy ducha en el uso, (aunque no estoy libre de pecado), pues mis
nervios me delataban antes de empezar, pero sí en su elaboración, por lo que
fabriqué más de una como elemento de apoyo al aprobado de algunos
compañeros.
La estrella en el tema era escribir con una aguja
sobre las seis caras de un bolígrafo Bic cristal. En cada una de sus caras se
podía escribir un mínimo de tres líneas y aquello daba para mucho texto o
fórmulas, según fueran las necesidades.
Evidentemente la técnica era la técnica y con la
debida práctica, salían unas auténticas obras de arte.
Hoy, una de mis amigas, sorprendida y algo incrédula
ante semejante cantidad de contenido en un objeto tan pequeño me invitaba a que
le mostrara alguna evidencia, sobre todo por hacerse una idea.
Yo que entonces dominaba la técnica, he buscado algo
parecido a una aguja. No podría salir igual porque nosotros contábamos con una
herramienta preparada específicamente para ello y que consistía en otro
bolígrafo en el que habíamos sustituido la punta de tinta por una aguja
perfectamente incrustada y sujeta.
Con lo que no contaba es con que con veinte años,
tenía una vista perfecta y ahora me ha costado darle cinco vueltas al bolígrafo
hasta encontrar la posición correcta en la que veía una de las caras; y aún así
he usado el sistema braille, para asegurarme que realmente estaba en la
posición adecuada para poder empezar a escribir. He escrito más con la
intuición que con los ojos, y dentro de lo que cabe, no ha salido mal del todo.
Pero es una pena, porque entre lo que se pierde por la falta de práctica y lo
que se pierde por el paso del tiempo…
Vamos, que hay cosas que es mejor no volver a tocar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario