Un minuto contiene el tiempo que tardan en
transcurrir los sesenta segundos que lo componen. Eso es lo que dura, y normalmente, ni un segundo más ni un segundo
menos, aunque en este caso, el cálculo fuera un poco aproximado. Sin embargo,
no parecía el mismo minuto cuando esperábamos a que transcurriera para poder
darle la vuelta y comenzar de nuevo, que cuando se estaba agotando y no había
dado tiempo a terminar la jugada.
Así han ido transcurriendo los 525600 minutos de
este último año de los que sólo nos quedan 2885. Vistos ahora, y para algunos
asuntos, han pasado rápidos, como si se nos hubiera ido agotando la jugada en
cada uno de ellos. Para otros van lentos, como si toda la actividad se redujera
a tener que ver caer los granos de arena a través del estrechamiento del
cristal.
Evidentemente esto es relativo. De hecho, dieciocho días
en un hospital, puede ser mucho tiempo, y un año, para volver a empezar una
vida, es poco.
Seguirá siendo relativo, pero cargaremos el reloj de
este año que entra, con nuevas expectativas, con nuevos propósitos, con los mejores deseos
y la esperanza de cumplirlos. Y comenzaremos la nueva partida en el momento cero,
tras la última uva, cuando le demos la vuelta al reloj de arena.
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