Son malas fechas para deambular por los pasillos que
conducen a la UCI, para sobresaltarte con el sonido de una puerta que se abre o
el llanto lejano de una pérdida.
El segundero del reloj se ha desorientado y marcha
hacia atrás. El tiempo no pasa por esos pasillos. Se ha olvidado que estamos allí.
Sin embargo, envejecemos con rapidez, a veces, sin apenas movernos, tan sólo
con el cruce de las miradas que muestran miedo e incertidumbre.
La vida fuera de esas paredes parece no ser consciente
del dolor que allí se cuece.
Pasada la primera noche, el mediodía portaba
palabras de ánimo. La tarde asentaba atisbos de recuperación. Hoy dormiremos
entre sábanas para aferrarnos al invencible escudo protector y retener las
buenas noticias.
Aún así, son malas fechas.
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