Bueno, ya hemos comenzado. Las cenas de Navidad ya
están aquí.
Con esto de la crisis, los brotes verdes, son como
los billetes de quinientos euros. Se habla de ellos, pero nadie los ve. Una noticia
afirmaba que la situación no volverá a la normalidad hasta el 2033. Eso son
veinte años más y muchas más cenas de Navidad.
Por ese motivo, la primera de este año ha sido en la
intimidad de mi casa.
La verdad es que ha sido circunstancial, pero en
definitiva ha cumplido con creces los objetivos de estos eventos, que no son
otros, por lo menos para mí, que reunirme con las personas con las que me
apetece celebrar la Navidad y pasar una velada agradable. Una pareja, amiga nuestra
ha hecho un ligero cambio en sus planes de viaje para pasar por Mérida esta
noche. Sólo hemos sido cuatro, y aunque la comida no ha sido de restaurante de
muchos tenedores ni con estrellas michelín, ha dado el apaño. Un buen vino,
según decían ellos, porque yo de eso entiendo poco, y una conversación amena y divertida
le han puesto la guinda al pastel. Por un rato nadie ha hablado de crisis, ni
de política, ni de trabajo, ni de la falta del mismo. Por un rato, el cine, las
novelas, el teatro, la música y unos fantásticos planes de futuro han invadido
el salón de mi casa.
No ha faltado el champán, ni los polvorones y el
turrón, pero sí los adornos navideños. Me parecía un poco pronto. Eso toca este
fin de semana.
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