sábado, 27 de abril de 2013

MURPHY NO ESTABA INVITADO A LA FIESTA.


“Si algo puede salir mal, saldrá mal”. Esta es la ley general de Murphy, que engloba la mayoría de las posibles situaciones desafortunadas con las que nos podemos encontrar y de las que creo que, él mismo en espíritu, me ha hecho hoy, una completa demostración.
En mis preparativos personales para asistir a la primera comunión de mi sobrino que se ha celebrado hoy, me ha acompañado Murphy desde el momento en que saqué los pies de la cama.
Mi teléfono ha decidido hacer submarinismo en el cubo de la fregona a las 9 de la mañana.
En el intento de preparar el desayuno, descubro que no me queda pan del que uso para las tostadas y que el que me queda tiene un grado de dureza que usado como arma arrojadiza podría provocar daños irreparables. Decido desayunar galletas, que es más rápido. Se me derrama la leche sobre la encimera, engancho el paño que iba a usar para limpiarla con el especiero que estaba cerca y desparramo todos los botes manchándolos de leche y golpeando una botellita de aceite que une su contenido a la leche y a los botes. Lo meto todo en el fregadero y ya lo limpiaré cuando vuelva.
Mis zapatos negros de tacón (los seleccionados para el feliz evento), supongo que hartos del desorden de su habitáculo, han decidido emigrar sin previo aviso, por lo cansada de buscarlos sin obtener resultado y poniendo toda la casa patas arriba, he tenido que desplazarme a casa de mis padres a rescatar unas sandalias negras, también de tacón, que me han dado el apaño. Previo al desplazamiento, le he atado los cojones a San Cucufato, pero Murphy ha debido deshacer el nudo, pues los zapatos no han aparecido.
Como las medias preparadas, lo eran para unos zapatos cerrados, tenían puntera, motivo por el que de vuelta de casa de mis padres he tenido que entrar en una tienda a comprarme unos pantis sin puntera. Pero Murphy, en un ataque de fidelidad, me acompañaba a todas partes y por supuesto la dependienta me informa que mi talla no la tienen. Literalmente añade: “Es que es usted muy alta”, a lo que respondo, “sí señora, pero cortarme un pelín las piernas, requeriría algo más de tiempo del que dispongo, así que me llevaré esas y las estiraré como pueda”.
Al llegar a casa, y en un intento de avisar a alguien para que pasara a recogerme, pues mi coche no sabe todavía, ir sólo al lavadero, realizo cuatro llamadas telefónicas, desde otro teléfono, ya que el mío agonizaba entre granos de arroz. Murphy entra en pleno apogeo y no me coge el teléfono ni Dios.
Entre llamada y llamada, me voy vistiendo, maquillando y terminando de peinarme con todo lo que en ese ámbito me podía ir sucediendo: el secador se cae desde lo alto del lavabo y deja de funcionar, la crema de maquillaje, debido al poco uso que le doy, se ha debido ir consumiendo y el color concentrándose, pues presentaba varios tonos más oscuros de lo que yo la recordaba, lo que me hacía parecer una indígena de alguna tribu africana. Toallitas desmaquillantes y vuelta a empezar, aunque en vez de maquillaje definitivamente opto por una crema hidratante que aporta un cierto tono de color.
Al no conseguir hablar con nadie, decido que me voy en mi coche, pero Murphy ha escondido las llaves, que debían estar en el mini bolso ese que llevamos todas las mujeres a los eventos BBC y en el que precisamente sólo caben un paquete de pañuelos de papel y las llaves. Perfecto, no encuentro ninguna de las dos cosas.
Me siento un minuto en el sofá y suelto todo tipo de improperios contra Murphy y su santa familia. Me tranquilizo, hecho una ojeada desde la altura a la que me encontraba y observo que el bolso se había escondido bajo la tapa de la caja de las sandalias.
Recojo el bolso, saco las llaves, me monto en el coche y acelero todo lo que puedo.
Al llegar, encuentro aparcamiento en la misma puerta.
Por fin, en alguno de los acelerones he conseguido dejar atrás a Murphy, y menos mal, pues él no estaba invitado a la fiesta y si se hubiese venido conmigo hasta allí, se podría haber organizado la de Dios es Cristo (y nunca mejor dicho, pues en la iglesia nos íbamos a encontrar).
A partir de ahí, lo que ha quedado de día, ha sido perfecto.

1 comentario:

  1. todo eso en las primeras horas de la mañana?joder tia si te descuidas nos quedas a los demás mortales sin "desgracias".Al menos terminastes bien.

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