Esta tarde, mientras tomaba un café en Cáceres,
justo antes de volver al trabajo, un señor bastante mayor, se disponía a
abandonar la cafetería cuando, se ha acercado hasta mi mesa y literalmente me
ha dicho:
-“Señorita ¿le puedo
decir algo?
-Si claro, ¿necesita
usted algo?
-No, no se preocupe,
solo quiero decirle que debo abandonar este local porque usted es perjudicial
para mi salud. Me obnubila el pensamiento, me altera el corazón y me hace subir
la presión sanguínea.
-Pues cuanto lo
lamento caballero.
-El que lo lamenta soy
yo, pues si esto me pillara con veinte años menos…
No pude evitar que se me escapara una ligera sonrisa,
pues el piropo me pareció de lo más original y por un momento me sentí como una
dama del siglo XVIII.
El caballero me devolvió la sonrisa y se marchó.
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