lunes, 29 de abril de 2013

EL POLLO DESCABEZADO


Mi abuela me contó una vez, que allá por el año 40, siendo su hermana una adolescente y obedeciendo las órdenes de su madre, procedió a matar un pollo, de los que entonces corrían por el corral.
Era la primera vez que lo hacía y tras atrapar al ave, le propinó un corte en el cuello que no consiguió desprender del todo la cabeza. Asustada, por la sangre que salía del animal, pero pensando que después de esa masacre, el animal estaría muerto, lo soltó.
El pollo, con su último aliento de vida, salió corriendo sin una dirección determinada, topando contra todos los objetos que se encontraba en su improvisado camino y manchando de sangre todo aquello que se encontraba a su paso, incluidas las paredes del patio.
La limpieza del patio y el blanqueo de las paredes, unidos al susto, fueron suficiente castigo.
Al finalizar la historia mi abuela lo recapituló todo en una frase:
“Los pollos sin cabeza, corren, pero no piensan”
Así me he sentido yo hoy, como un auténtico pollo descabezado.

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