lunes, 30 de julio de 2012

TENGO UN SUEÑO


Al levantarme, me sentía como Martin Luther King en su discurso “Tengo un sueño”.
La principal diferencia entre este señor y yo es que a mí me invadía un ataque de egoísmo que me proporcionaba una absoluta tranquilidad anhelada durante ocho años, mientras el soñaba con igualdad de derechos.
Una persona sin cara me abrazaba con energía y me susurraba al oído que todo iba a salir bien, que estuviera tranquila. Sus palabras y sus brazos me prestaban el arropo necesario en esos instantes de transición en mi vida.
A partir de ahí, todo era normal, o por lo menos todo lo normal que hasta hace no mucho se podía considerar.
Los comienzos de los días se producían temprano para asistir a un trabajo que acometía con ganas e ilusión. El final de la jornada resultaba reconfortante en el calor de mi hogar.
Las reuniones familiares, como casi siempre, resultaban agradables en mayor o en menor medida, dependiendo de las ganas de discutir de algunos de los participantes, (normalmente por cuestiones banales).
Las vacaciones, sin grandes lujos, se planeaban con una cierta antelación, pudiendo distribuir los días entre visitas a amigos, familiares y días para mí.
Las navidades planeadas junto a la familia, nos proveían de alegrías y cabreos suficientes hasta el año siguiente y el comienzo del nuevo año se esperaba con la ilusión de que el año venidero fuera mejor y no con el miedo de que pudiera ser peor.
Los nuevos nacimientos se celebraban con la alegría de una nueva vida y no con la incertidumbre de qué será de esta nueva criatura.
Las batallas con las inevitables enfermedades se llevaban a cabo con fuerza y sobre todo con esperanza.
Vamos, lo normal, lo que cualquiera podría desear y de lo que muchos podían disfrutar a diario.
Ese es mi sueño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario