Fui
consciente de que durante un rato, mi cabeza se había limpiado de
preocupaciones y sólo pensaba en pintura, brochas, rodillos, espátulas, escaleras
y el acabado final de una habitación dispuesta a ser remodelada.
La
sensación me resultó tan agradable que me hizo recordar otros momentos en los
que realizando trabajos de bricolaje, había sido momentáneamente feliz, libre
de cualquier otra carga.
Hace
unos meses, una amiga y yo nos dispusimos a reparar una persiana que con su
cuerda rota mantenía totalmente oscura la dependencia principal de la casa. Fue
fantástico. Ahí andábamos las dos, desmontando el mecanismo de la persiana,
sustituyendo la deteriorada cuerda por otra nueva y calculando cuál sería la
posición correcta para que al tirar de la misma la persiana subiera, al
soltarla cayera y no al contrario. El resultado fue óptimo.
Al
finalizar este tipo de tareas, siempre me hago la misma pregunta. ¿Qué hago yo
rodeada todo el día de papeles? Realmente esto sí que es lo mío.
No hay comentarios:
Publicar un comentario