La vuelta a casa, desde el hospital, ha sido
tranquila y divertida, casi como en nuestros mejores sueños.
Hoy le hemos metido un gol al cáncer y eso es para
celebrarlo, aunque como suele suceder en estos casos, con prudencia, siempre
con prudencia, pues esta sólo ha sido la primera batalla.
Las noticias, que llegaban a media mañana, han sido
algo más que esperanzadoras y se reflejaba en los rostros que lucíamos al
traspasar la puerta del hospital. Ya volvíamos a casa.
Es de agradecer, y mucho, la atención prestada por
el equipo médico, por los enfermeros y enfermeras, y en general, por todo el
personal del Hospital de Mérida, y cómo no, el apoyo y arropo ofrecido por
todas las personas de nuestro entorno, tanto familiares como amigos.
En este último punto es donde hemos puesto hoy uno
de los toques de gracia.
El primer día de ingreso, me nombraron directora del
centro de telecomunicaciones de la operación, y en un intento de no pasarme
todo el día enganchada al teléfono, pues somos muchos, se me ocurrió la opción
de usar las nuevas tecnologías emitiendo dos partes médicos diarios, uno por la
mañana y otro por la tarde, que enviaba de forma estandarizada a todo el mundo
por WhatsApp y por SMS. Como la evolución del paciente era muy buena y las noticias
proporcionadas por los médicos nos llenaban de alegría, los partes médicos
fueron adquiriendo un cierto tono de gracia. Hoy tras el envío del último parte
médico, transmitiendo la buena nueva, llegaban comentarios de alegría
acompañados de felicitaciones para la informante y sentimientos de anhelo por
un corte tan repentino en el efectivo envío de la información.
El otro toque de gracia lo ha puesto mi sobrino Gugu,
de 6 años, quien tras acompañar a su abuelo a la puerta del hospital el día del
ingreso diciéndole que si no le dejaban entrar nos volvíamos a casa, y siendo
el primero en llamarlo cada mañana para preguntarle cómo había pasado la noche,
ha habido que frenarlo esta tarde cuando ha venido a verlo a casa, pues venía
como un león a comerse a su presa. Se ha abrazado a él con el cuidado que los
mayores le hemos indicado y muy valientemente le ha pedido a su abuelo que le
ensañara la cicatriz. Ha tenido suerte, porque la herida, que contiene 27
puntos, estaba debidamente tapada.
De momento, poco a poco y gracias a Dios, todo irá
volviendo a la normalidad, aunque en su conjunto son una tormenta de
sensaciones y sentimientos difíciles de describir. Más adelante… ya se verá.
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