jueves, 9 de mayo de 2013

CELEBRANDO EL 1-0


La vuelta a casa, desde el hospital, ha sido tranquila y divertida, casi como en nuestros mejores sueños.
Hoy le hemos metido un gol al cáncer y eso es para celebrarlo, aunque como suele suceder en estos casos, con prudencia, siempre con prudencia, pues esta sólo ha sido la primera batalla.
Las noticias, que llegaban a media mañana, han sido algo más que esperanzadoras y se reflejaba en los rostros que lucíamos al traspasar la puerta del hospital. Ya volvíamos a casa.
Es de agradecer, y mucho, la atención prestada por el equipo médico, por los enfermeros y enfermeras, y en general, por todo el personal del Hospital de Mérida, y cómo no, el apoyo y arropo ofrecido por todas las personas de nuestro entorno, tanto familiares como amigos.
En este último punto es donde hemos puesto hoy uno de los toques de gracia.
El primer día de ingreso, me nombraron directora del centro de telecomunicaciones de la operación, y en un intento de no pasarme todo el día enganchada al teléfono, pues somos muchos, se me ocurrió la opción de usar las nuevas tecnologías emitiendo dos partes médicos diarios, uno por la mañana y otro por la tarde, que enviaba de forma estandarizada a todo el mundo por WhatsApp y por SMS. Como la evolución del paciente era muy buena y las noticias proporcionadas por los médicos nos llenaban de alegría, los partes médicos fueron adquiriendo un cierto tono de gracia. Hoy tras el envío del último parte médico, transmitiendo la buena nueva, llegaban comentarios de alegría acompañados de felicitaciones para la informante y sentimientos de anhelo por un corte tan repentino en el efectivo envío de la información.
El otro toque de gracia lo ha puesto mi sobrino Gugu, de 6 años, quien tras acompañar a su abuelo a la puerta del hospital el día del ingreso diciéndole que si no le dejaban entrar nos volvíamos a casa, y siendo el primero en llamarlo cada mañana para preguntarle cómo había pasado la noche, ha habido que frenarlo esta tarde cuando ha venido a verlo a casa, pues venía como un león a comerse a su presa. Se ha abrazado a él con el cuidado que los mayores le hemos indicado y muy valientemente le ha pedido a su abuelo que le ensañara la cicatriz. Ha tenido suerte, porque la herida, que contiene 27 puntos, estaba debidamente tapada.
De momento, poco a poco y gracias a Dios, todo irá volviendo a la normalidad, aunque en su conjunto son una tormenta de sensaciones y sentimientos difíciles de describir. Más adelante… ya se verá.

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