jueves, 31 de mayo de 2012

MALENA

Llevo tiempo intentando escribir sobre ella, sin embargo la extensión de los textos, la cantidad de cosas que quiero contar y la calidad de mi redacción, han hecho imposible esa publicación en este blog.
Hoy lo hago con el corazón roto y los ojos llenos de lágrimas. Tengo la sensación de haber llegado tarde, muy tarde.
Al mediodía, justo cuando iba a empezar a comer, mi teléfono ha empezado a vibrar mostrando su nombre en la pantalla.
Inmediatamente pensé ¿en qué lío andará metida esta mujer? (Líos en el mejor de los sentidos). Hoy ha resultado ser el peor de todos.
El diagnóstico llegó hace unos días. Tiene varios tumores cerebrales (ha dicho algún nombre técnico de los que soy incapaz de recordar). Se ha tomado este tiempo para realizar las gestiones oportunas y hoy quería ver a algunos de los amigos para despedirse. Se marcha a Estados Unidos.
-Quince minutos y echamos un café.-Ha sido su frase antes de colgar.
Al colgar el teléfono, casi de forma inconsciente me he derrumbado sobre el sofá y un grito ahogado se me ha escapado del cuerpo sin dejarme ni un resquicio de oxígeno en mi interior. He sentido un dolor que naciendo del estómago se ha expandido por todo el cuerpo. Y necesitaba romper a llorar, pero mis ojos no me respondían.
En una rápida recomposición he cogido el coche y he puesto la radio. Mi mente buscaba explicaciones alternativas a semejante injusticia.
Durante el café, después de los oportunos saludos, abrazos y lágrimas incipientes, la conversación ha girado en torno al futuro, a visitas que nos obligarían a cruzar el charco y a los preparativos del recibimiento el día que vuelva. Del presente se ha hablado poco. Unos pequeños ajustes de proyectos pendientes y poco más.
En el transcurso de las conversaciones y sin aportaciones por mi parte, su mirada me iba desmontando poco a poco. Leía en sus ojos la falsa esperanza que hábilmente transmitía a los demás.
En una de las más amargas de mis despedidas, en el momento del abrazo final, su voz se grababa en mi cerebro. “No voy a volver, eso lo sé, pero, por favor, cuídate mucho que ya no voy a estar yo aquí para hacerlo”, “Tendrás noticias mías antes de un mes”.
De vuelta en casa, sola, por fin el llanto ha brotado. Ahora necesito unos días, pensar y asimilar y después realizaré los encargos que me ha hecho.
“Cuando leas esto y sé que lo harás, quiero que sepas que de todo lo que se ha dicho, lo único que realmente me resisto a creer es que ese haya sido nuestro último abrazo”.

2 comentarios:

  1. A veces no hay consuelo. A veces el dolor es a lo que se reduce nuestro universo, pero el dolor nos recuerda que estamos vivos, que aún sentimos y que en última instancia mientras hay vida hay esperanza. Hasta el último momento, hasta el último aliento.
    Así que, siempre, siempre, siempre, ánimo.
    Nunca se sabe que puede suceder y ya habrá tiempo de mirar atrás, recordar y quizás llorar.
    Nada de tirar la toalla y dar por perdido a nadie.
    Y a veces ocurren milagros.
    Y no hablaríamos de ellos si de vez en cuando no sucedieran.
    Ójala este sea el caso.

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    1. Gracias por el consejo y ójala se cumpliera el milagro en este caso.

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