jueves, 3 de mayo de 2012

EL NUEVO COMIENZO

Al meter la llave en la cerradura, siendo ya las once de la noche, apenas podía sostenerse. Al traspasar la puerta, lo vio, allí estaba él. Al final del salón, junto a la ventana, bajo el resplandor de la luz de lectura, con sus gafas y uno de sus libros, deleitándose con su principal entretenimiento y disfrutando del último café del día que reposaba sobre la mesita colocada junto al sillón.
Al entrar, la sensación de paz invadía hasta el último rincón de la casa. El silencio entre dos piezas musicales marcó el punto final de la lectura y por un instante sirvió de conexión entre ambas miradas.
Soltó su libro y sus gafas. Se  incorporó y caminó hacia ella, dispuesto a hacer lo de todas las noches, unir los trozos rotos que noche tras noche recomponía. Cada vez más, temía no encontrar todas las piezas para poder pegarlas y devolver al trabajo una mujer completa cada día.
Sin palabras abrió sus brazos, donde ella cayó como atraída por un imán. Se miraron a los ojos y entonces, cuando ella leyó en sus ojos el amor sincero que él le ofrecía, y sólo entonces, se sintió tranquila. Esos brazos que la rodeaban le brindaban toda la protección que necesitaba.
El camino hacia la cama fue el preámbulo de caricias y besos que culminaron en susurros al oído mientras la poseía. En cada estremecimiento iba resurgiendo su condición de mujer hasta recuperar todas las fuerzas perdidas saciando así de forma intensa los deseos de ambos.
Al abrir los ojos, en mitad de la noche, estiró su brazo buscando su cuerpo. Intentaba calcular la distancia para acercarse, lo justo para sentirlo, sin llegar a despertarlo de su sueño habitualmente ligero, pero no lo encontró.
Se incorporó y sentada en la cama fue consciente de que hacía mucho que no estaba. Un día se cansó de unir piezas una y otra vez, o tal vez, no encontró piezas que unir, recogió sus cosas y se marchó.
Al principio, estos sueños hacían que se despertara gritando por el dolor, doblada y empapada en una mezcla de sudor y lágrimas. Pero esta vez, su cara se iluminó con una sonrisa, ya no había llanto. Descubrió que ahora, sin sufrimiento, lo podía recordar en sueños, pudiendo disfrutar de aquella protección, de aquel placer y de aquella tranquilidad. Ese fue el día del nuevo comienzo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario