martes, 8 de mayo de 2012

EL CARTELITO

Al llegar a una de las oficinas de "mi" Administración Autonómica, actualmente llamada Gobierno de Extremadura, para realizar unas gestiones, tuve que esperar un rato hasta que me tocara mi turno.
En el tiempo de espera, observando a unos y a otros, y fijándome en los detalles decorativos de cada espacio de trabajo delimitado por algo más que cada mesa acompañada por un par de sillas, me detuve a leer un cartel que estaba pegado justo detrás del trabajador que me tenía que atender. “Hoy es un magnífico día , seguro que viene alguien y lo jode”
Lo tuve que leer dos veces, porque no daba crédito a lo que mis ojos me mostraban. Primero pensé que era un error. Seguro que es una de esas frases que cuando las lees deprisa parece que pone una cosa y cuando las lees detenidamente, palabra a palabra, cambia totalmente el significado. Pero no. La leyera como la leyera aquello no cambiaba.
Miré entonces al funcionario dueño de aquel espacio y del cartel y que me tenía que realizar los trámites, e intenté ver en él a un señor amable, simpático, comprensivo y algo bromista. Pero su cara me devolvió la sensación de todo lo contrario.
En el intento de resolver las cuestiones del ciudadano que me precedía en la cola, el trabajador tecleaba incesantemente, deduzco, por las caras que iba poniendo, que sin obtener el resultado deseado.
Comencé a pensar de qué forma debía plantear mi situación para que resultara lo menos molesta posible, para contar con toda la colaboración de aquel trabajador, a mi parecer poco cordial y poder irme a casa con mis asuntos resueltos.
Al volver a fijarme en el cartel, con la mirada distraída absorta en mis pensamientos, se me vino a la cabeza una reflexión: Con qué poco estilo, eso sí, original y de mal gusto, este señor me estaba dando a entender que no le anduviera caldeando los cascos. ¡Manda huevos! Ahí estaba yo devanándome los sesos, trazando el planteamiento de entrada, para facilitarle el trabajo a él y no molestarle mucho. El cartel cumplía totalmente con su cometido.
Aún así, la gestión me llevó dos días y pasar por cuatro mesas distintas, hasta que un trabajador que no tenía colgado ese cartel detrás, que sí era amable, simpático y comprensivo,  no le importó levantarse de su mesa un número incontable de veces para conseguir toda la documentación que mi situación requería.

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