Estoy sentada en una silla y una extraña fuerza me
mantiene unida a ella. Intento levantarme pero no puedo.
Alguien da órdenes de forma amable mientras otra
persona con un volumen superior requiere la elaboración de tareas con aparente
urgencia.
Dos enormes ojos, situados detrás de mí, observan
cada uno de mis movimientos.
Quiero gritar y salir corriendo, pero algo me lo
impide.
Todo el mundo es feliz a mi alrededor y yo siento
que me estoy asfixiando.
Empiezo a comprender que es un mal sueño y que hará
que me despierte sobresaltada y con el corazón a cien por hora.
Cuando despierto estoy en mi coche y voy de vuelta a
casa.
Recurriré a mi “llamador de ángeles” y a mi “atrapa-sueños”
para espantar lo que no se si calificar como pesadillas o como terrores, aunque,
desde luego, no los podría considerar como nocturnos.
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