martes, 16 de octubre de 2012

GRACIAS


Hace unos días leía un artículo en el que una madre hacía referencia a la catastrófica situación económica y al hecho de que jamás había pensado que terminaría dando de comer a sus hijos en un comedor de la Cruz Roja.
Esto fue poco antes de acostarme, y tras reflexionar un rato sobre la mencionada situación fui a darme una ducha para meterme en la cama.
Al ir hacia el cuarto de baño apagué la luz del salón y encendí la del pasillo. Miré fijamente el foco de luz y a mi mente vino una sensación de agradecimiento. Tengo luz, un techo bajo el que dormir que me proporciona protección, una ducha y productos de higiene que todavía puedo pagar, una cama con mantas que me dan calor y me aporta descanso. Soy una privilegiada.
Esa sensación de agradecimiento ha vuelto a mí este mediodía. Mientras comía visualizaba el canal de noticias 24 horas y las imágenes de niños desnutridos muriendo de hambre denunciaban un mal reparto de los alimentos y comentaban el funcionamiento de las cooperativas agrícolas.
Esas imágenes se clavan como pequeños puñales en el corazón y al mirar mi ensalada pude observar que sin ser una comida ostentosa contenía los principales nutrientes que esos niños tanto necesitan. Es más, de vez en cuando me puedo permitir un capricho alimenticio.
Sin que mi situación aporte estabilidad económica a largo plazo, sigo teniendo trabajo, una casa (en realidad, un piso), un frigorífico que si bien no está a rebosar, contiene lo necesario. Disfruto de lujos como la televisión, los libros, conexión a internet, telefonía móvil, coche y garaje donde guardarlo.
Esta tarde he recibido una llamada mientras estaba en el dentista. Un amigo me llamaba para saber de mí. Mi madre me llamó un poco después para preguntar cómo había ido todo. Tengo a mi familia que está para todo, tengo buenos amigos con los que comparto, que se preocupan por mí y por los que me preocupo, con los que río y con los que lloro y cuando no me encuentro bien tengo médicos que sin necesidad de un desembolso económico en el momento me atienden cuando lo necesito.
Realizo una aportación a una ONG, que sin que sirva en exceso para limpiar conciencias, me ofrece la posibilidad de pensar que en algo ayudará.
En definitiva, tengo de todo, incluso días (a veces rachas) buenos y malos, aunque unos pesen más que otros, tengo conciencia para valorar a diario todo lo que tengo y aún me quedan fuerzas para quejarme, pero sobre todo lo que tengo son ganas de decir gracias.
Esas gracias, sin saber a quién darlas, no nublan en absoluto las ganas de cambiar el mundo, de que las cosas se solucionen y se establezca un clima de normalidad y estabilidad para todos. Que este país deje de ser un país de changa vainas y de que los más poderosos dejen de joder la marrana.

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