Hace unos días leía un artículo en el que una madre
hacía referencia a la catastrófica situación económica y al hecho de que jamás
había pensado que terminaría dando de comer a sus hijos en un comedor de la
Cruz Roja.
Esto fue poco antes de acostarme, y tras reflexionar
un rato sobre la mencionada situación fui a darme una ducha para meterme en la
cama.
Al ir hacia el cuarto de baño apagué la luz del
salón y encendí la del pasillo. Miré fijamente el foco de luz y a mi mente vino
una sensación de agradecimiento. Tengo luz, un techo bajo el que dormir que me
proporciona protección, una ducha y productos de higiene que todavía puedo
pagar, una cama con mantas que me dan calor y me aporta descanso. Soy una
privilegiada.
Esa sensación de agradecimiento ha vuelto a mí este
mediodía. Mientras comía visualizaba el canal de noticias 24 horas y las imágenes
de niños desnutridos muriendo de hambre denunciaban un mal reparto de los
alimentos y comentaban el funcionamiento de las cooperativas agrícolas.
Esas imágenes se clavan como pequeños puñales en el
corazón y al mirar mi ensalada pude observar que sin ser una comida ostentosa
contenía los principales nutrientes que esos niños tanto necesitan. Es más, de
vez en cuando me puedo permitir un capricho alimenticio.
Sin que mi situación aporte estabilidad económica a
largo plazo, sigo teniendo trabajo, una casa (en realidad, un piso), un
frigorífico que si bien no está a rebosar, contiene lo necesario. Disfruto de
lujos como la televisión, los libros, conexión a internet, telefonía móvil,
coche y garaje donde guardarlo.
Esta tarde he recibido una llamada mientras estaba
en el dentista. Un amigo me llamaba para saber de mí. Mi madre me llamó un poco
después para preguntar cómo había ido todo. Tengo a mi familia que está para
todo, tengo buenos amigos con los que comparto, que se preocupan por mí y por
los que me preocupo, con los que río y con los que lloro y cuando no me
encuentro bien tengo médicos que sin necesidad de un desembolso económico en el
momento me atienden cuando lo necesito.
Realizo una aportación a una ONG, que sin que sirva
en exceso para limpiar conciencias, me ofrece la posibilidad de pensar que en
algo ayudará.
En definitiva, tengo de todo, incluso días (a veces
rachas) buenos y malos, aunque unos pesen más que otros, tengo conciencia para
valorar a diario todo lo que tengo y aún me quedan fuerzas para quejarme, pero sobre
todo lo que tengo son ganas de decir gracias.
Esas gracias, sin saber a quién darlas, no nublan en
absoluto las ganas de cambiar el mundo, de que las cosas se solucionen y se
establezca un clima de normalidad y estabilidad para todos. Que este país deje
de ser un país de changa vainas y de que los más poderosos dejen de joder la
marrana.
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