Es la época, y si perteneces a algunos de los grupos
de riesgo, ¡ZAS! te plantan la vacuna.
Ayer, en uno de mis controles médicos rutinarios me
otorgaron el honor de ser vacunada.
Por la noche en la fiesta de graduación de una
amiga, surgió el tema de la vacuna de la gripe. Se ve que es tema de moda,
porque todo el mundo opinó y nadie lo hizo bien. Mi semblante iba cambiando
hacia un tono pálido conforme iba escuchando los comentarios y llevándome la
mano izquierda a mi dolorido hombro derecho hice saber que prefería vivir en la
ignorancia sobre el mundo de la gripe y sus consecuencias, pues me había puesto
la vacuna esa misma mañana. La risa de los asistentes fue generalizada.
Esta mañana, al abrir el periódico digital, la primera noticia que leo es:
Esta mañana, al abrir el periódico digital, la primera noticia que leo es:
"Salud inmoviliza 30.000 dosis de vacunas antigripales de Novartis"
A bote pronto, lo primero que se
me viene a la cabeza es preguntar si la inmovilización fue previa o posterior a
mi cita. Después se me ocurre que podía llamar a mi centro de salud y preguntar
de qué laboratorio farmacéutico era la vacuna que me pusieron ayer, pero me
parece ridículo. Por último, con una cierta sonrisa entre irónica y resignada
realizo un repaso mental de mis síntomas, y ante la ausencia de los mismos,
archivo el caso.
Esta tarde, llegando el final del día mi cuerpo acusaba el cansancio de la semana y mi cara lo revelaba claramente. Al salir del trabajo, un compañero me advierte de que tengo mala cara, que debo estar incubando algo, que me acueste tempranito y que descanse. Entonces se me encendió la bombilla. ¡Mierda! La vacuna.
Ahora, escribo desde la cama, con algo de febrícula y dispuesta a descansar antes de que me dé el subidón y corra el riesgo de poner aquí cualquier cosa.
El año que viene por las mismas fechas supongo que hablaré de lo mismo, sólo que espero hacerlo con otro ánimo.
Esta tarde, llegando el final del día mi cuerpo acusaba el cansancio de la semana y mi cara lo revelaba claramente. Al salir del trabajo, un compañero me advierte de que tengo mala cara, que debo estar incubando algo, que me acueste tempranito y que descanse. Entonces se me encendió la bombilla. ¡Mierda! La vacuna.
Ahora, escribo desde la cama, con algo de febrícula y dispuesta a descansar antes de que me dé el subidón y corra el riesgo de poner aquí cualquier cosa.
El año que viene por las mismas fechas supongo que hablaré de lo mismo, sólo que espero hacerlo con otro ánimo.
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