Esta tarde una imagen entrañable se ha apoderado de
mí.
La mirada de complicidad entre mi sobrino de cinco
años y mi madre valía su peso en oro.
Gugu (así es como llamo cariñosamente al niño)
miraba sonriendo y con cara de pillo a su abuela mientras intentaba desmontar
un truco de magia que una de sus primas les estaba haciendo.
En ese instante, la felicidad de mi madre hacía que
se le iluminara la cara y le ha salido una sonrisa que le brotaba desde lo más
hondo de su alma.
Hoy para mí ha sido la imagen del día, lástima no
haber tenido una cámara a mano.
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