Cinco los galardonados a los que se les ha hecho
entrega de las medallas en el acto que, como todos los años, se celebra en la
noche previa a la celebración del día de Extremadura en el Teatro Romano de
Mérida. Mi más sincera enhorabuena desde aquí a todos ellos.
De celebración pues, estamos hablando, sin duda. Sin
embargo, al intentar acceder al recinto, yo, una ciudadanita de a pie, me he
sentido como una auténtica delincuente. Es más, tan sólo me ha hecho falta que
apareciera mi madre, como me sucedió hace veinticinco años, para sacarme de una
manifestación a tirones y empujones, según el momento.
Esta mañana, un amigo que trabaja en un
Ayuntamiento, me llamó por cuestiones de trabajo. Al comentarle que pensaba ir
esta noche a ver la entrega de medallas, me dijo que tenía un par de
invitaciones. Yo decliné el ofrecimiento pues según tenía entendido, y
posteriormente me aseguré de ello, que era un acto que se había publicitado como de
acceso libre hasta llenar el aforo. Yendo tempranito no habría problemas.
Como el comienzo estaba previsto a las nueve de la
noche, decidimos irnos a eso de las ocho y cuarto para tener tiempo y pistear
tranquilamente el lugar de acceso, ya que también estaban previstas
complicaciones a la entrada por la llegada de diversas manifestaciones pertenecientes
a varias plataformas anti-recortes. También me había informado por los
periódicos de que el dispositivo policial iba a ser superior a otros años, pero
que intentarían que pasara lo más desapercibido posible.
Al intentar acceder al recinto atravesando entre el
mogollón de personas que protestaban porque les han quitado el servicio de
urgencias de Aldeacentenera, un policía nacional nos para en seco y nos
comunica que si no tenemos invitación no podemos entrar. Le comento que el acto
era de acceso libre y que no tenemos nada que ver con la manifestación (y desde
luego no por falta de ganas, aunque eso no lo dije, claro). El agente insiste y
me dice que si fuera de libre acceso ellos no tendrían que estar allí.
Media vuelta y para atrás. El acto se había
convertido, en cuestión de un rato, en uno de acceso limitado a quienes llevaran
invitación. En ese momento las reclamaciones al maestro armero. Cabreo,
impotencia, sensación de gilipollas por no haber aceptado las invitaciones de
mi amigo y a ver pasar personal trajeado y de etiqueta invitación en mano.
Los comentarios de todos aquellos que como a mí se
les negó el acceso se iban sucediendo: Esto
es una vergüenza. Pero si venimos todos los años y nunca ha habido problemas
para entrar.¡ Eso!, sólo para los amiguitos del PP. Etc.
Me recordó al día en que vinieron a actuar Los Chicos
del Coro, sólo que en esta ocasión no era cuestión de dinero, sino de
contactos.
Y gracias a unos amigos de mi acompañante, después
de unos veinte minutos, conseguimos dos invitaciones y con sentimientos de
contradicción, atravesamos la aglomeración y el cordón policial.
Me sentí como una artista de cine pisando la
alfombra roja para entrar a la Gala de los Oscar, solo que sin alfombra y
cambiando los gritos emocionados de los fans por los abucheos, pitidos e
insultos de los manifestantes.
Justo en el momento de entrar, un señor que caminaba
a mi lado, le decía a su hija en tono de sentencia: “Hija, las elecciones se
ganan en las urnas, no en las calles”. ¡Manda cojones! Fue lo único que se me
ocurrió en ese instante.
Una vez dentro, el dispositivo sigue su
procedimiento. “Señora, abra el bolso por
favor.” Fuera botellas de agua y todos aquellos objetos contundentes
factibles de ser lanzados. “Si los quiere
recuperar estarán en este contenedor, búsquelos a la salida”.
Obviamente, el aforo no se llenó ni por asomo y
mucha gente que habría disfrutado del evento como en otras muchas ocasiones se
tuvieron que quedar fuera por no tener invitación.
El acto se desarrolló sin más problemas, aunque lo más triste es que de un acto como este del que se debería hablar principalmente de sus protagonistas, al final quedan relegados a un segundo plano por circunstancias variopintas, y valga como ejemplo la edición del periódico digital EL HOY, donde todo lo que se ha mencionado esta noche del acto está relacionado con el discurso del Señor Monago. Yo tenía
especial interés en dos de los galardonados y uno de ellos cubrió mis expectativas
totalmente mientras que el otro me decepcionó bastante, aunque claro está, son
sus palabras y sus sentimientos y eso es cosa suya.
El discurso del Señor Presiente del Gobierno de
Extremadura, fue un auténtico mitin de los de período electoral y por supuesto
Cataluña volvió a salir a la palestra como todos los años. Sin evaluar mucho el
contenido (que por otra parte no tenía desperdicio), me pareció tan fuera de
lugar que aproveché para acercarme a beber de mi botella de agua que estaba
bajo la custodia de los policías que vigilaban la puerta principal. Muy
efectivos en su trabajo, sí señor, allí estaba mi botella.
Al finalizar la cuestión política comenzó el
espectáculo. Soul Machine amenizó con mucho ritmo y ganas el resto de la
velada. Supo trasmitir al público el entusiasmo por su música y la mayoría de
la gente terminó bailando en la zona de orchestra y coreando algunas de las
canciones más conocidas.
Un final de cine.
Feliz día de Extremadura a todos.
(Las fotos corresponden a la edición digital del periódico HOY del 8 de septiembre)
Feliz día de Extremadura a todos.
(Las fotos corresponden a la edición digital del periódico HOY del 8 de septiembre)
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