Cuando era
pequeña, esta era la frase que más veces leía cuando abría con toda la ilusión
el envoltorio de los chicles que por aquellas fechas ya costaban la friolera de
5 pesetas.
Yo era muy
asidua a los Boomer, que tenían todos los azúcares posibles y que me
proporcionaron unas caries de órdago. Ese fue todo el premio que obtuve de
tanta inversión.
Ahora la
escucho muchas veces en situaciones variadas, pero nada tiene que ver con los
chicles ni ningún tipo de chuchería. Y en demasiadas ocasiones, a pesar de
haber empezado el día con ilusión, es la frase que viene a mi mente cuando al
finalizar la jornada, nada ha salido como debiera.
Seguiremos
probando.
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