Por un instante me pareció estar en los años 60.
Retenida en un
monumental atasco, con la radio sonando de fondo y mi mente a cientos de
kilómetros, el movimiento brusco de una moto adelantándome por la derecha me
hizo volver a la realidad.
El conductor y
su acompañante se detuvieron justo delante de mí ante la imposibilidad de
seguir avanzando haciendo zig zas.
Lo primero que
me llamó la atención es la forma en que iba sentada la acompañante. No a
horcajadas como se suele hacer ahora, sino como una amazonas, sentada sobre el
sillín y las dos piernas hacia un lado. Me fijé en que llevaba puesta una
minifalda tan corta que no le ofrecía otra posibilidad, pues habría dejado al
descubierto todas sus vergüenzas.
Después me fijé
en los cascos que ambos llevaban puestos. De los abiertos, con visera y
protección trasera, pero con un diseño a rayas muy a juego con lo que no me
había dado cuenta, pero que era una antigua Vespa en color azul cielo (evidentemente restuarada).
Digna
fotografía que nada habría tenido que envidiar a la de Gregory Peck y Audrey
Hepburn en “Vacaciones en Roma” (1953), pues aunque no estaban en Roma, algo de
origen tiene la ciudad de Mérida y los monumentos romanos armonizaban el
entorno.
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