Anda que no me
quedan a mí cosas que ver.
La última en mi
lista de situaciones sorprendentes se ha producido esta semana, cuando mi
padre, pendiente de recibir una carta con la cita para un especialista de
consultas externas del Hospital de Mérida, se ha percatado de que la dirección
que consta en las bases de datos del SES no era correcta.
Se dirigió a un
señor, situado detrás de un mostrador explicándole cuál era la situación y la
premura por resolverlo pues la carta podía llegar en cualquier momento a una
dirección equivocada.
Este empleado
público, así sobre la marcha, le explica a mi padre la dificultad del tema pues
la dirección correcta lleva la palabra travesía, y eso en el ordenador, no es
una opción.
Ante esta
tesitura, mi padre pide una solución, pues su calle se ha llamado así toda la
vida y nunca había tenido este problema.
El funcionario,
muy en las suyas, insiste en que no puede poner la palabra travesía, a lo que mi
padre, ya un poco cansado, sobre todo de las nuevas tecnologías, pregunta que
si entonces debe recoger el correo en la casa de un desconocido situada en otra
calle. Y el señor le contesta que sí. Con un par. Sí señor. Eso es ser
resolutivo.
Pues nada, nos
tocará otra visita al área administrativa del SES y la reclamación pertinente.
Y mientras sí,
mientras no, fomentaremos las relaciones sociales con vecinos de la localidad
en busca de la bendita carta que, Dios sabrá donde aterrizará si consigue
hacerlo en alguna parte.
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