En estos días
en los que he podido disfrutar de mi tiempo, he pasado varias veces por la
biblioteca. Algunos libros a los que les tenía echado el ojo y algunos otros
que han llamado mi atención desde la estantería han sido los seleccionados para
deleite de mis ojos y mi mente.
Curiosamente me
he movido por dos líneas que yo pensaba paralelas y que sacándome de mi error
convergieron en más de una ocasión.
La posguerra
española y la novela gráfica me parecían dos buenas opciones para ir
alternando, pero al final, entre otros, terminé leyendo una novela gráfica
sobre los efectos de la segunda guerra mundial y los campos de concentración
alemanes.
En mi última
visita al templo de los libros para realizar la entrega de todos los que me
había leído y retirar algún otro, opte por cambiar el tema, pues mi alma ya
estaba tocada después de tanta guerra y tanta desazón.
Se me ocurrió
tocar el tema futurista, pero en todos aquellos que cayeron en mis manos, la
guerra volvía a ser la protagonista. Eso sí, en planetas desconocidos, con
seres inimaginables, en medios de transportes imposibles, armas con el mayor
poder destructivo posible y nada de sentimientos.
Definitivamente
me decidí por algo actual, ni pasado, ni futuro. Un poco de superficialidad y
frivolidad y ciudades conocidas como Barcelona, Londres y Nueva York me
permitirán limpiarme de tanto sentimiento y leer sin tener que darle vueltas a
mi cabeza.
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