Las once de la noche. Sonido que anuncia la entrada
de un mensaje en mi teléfono. Pufff, mala hora. Opto por leerlo y ¡zas!, susto
al canto. ENDESA me anuncia que tengo una factura impagada y que han iniciado
el trámite para la suspensión del suministro.
¡Ostras! ¿Qué he hecho con el dinero de esa cuenta?
Habitualmente no hay mucho porque es la cuenta de las domiciliaciones e ingreso
en ella en función de las previsiones de pago. ¿Se me habrá escapado algo y
estará vacía? ¡ReeeDios! ¿Qué se hace en estos casos y a estas horas?
Cuento hasta diez, me tranquilizo y analizo la
situación. A estas horas poco puedo solucionar, por lo que decido seguir con
unos asuntos de trabajo que me habían quedado pendientes de la mañana y en
cuanto consiga acabarlos, a la cama. Como decía mi abuela: “Mañana será otro
día y verá el tuerto los espárragos”
De pronto las palabras “inicio del trámite para la
suspensión del suministro” se instalan en mi cabeza y no consigo concentrarme
en otra cosa. Pienso en un corte directo. Sin luz toda la noche, sin
calefacción, la comida del frigorífico, ir al baño a la luz de las velas… oh,
oh, sin despertador para el día siguiente, sin poder cargar el teléfono… ¡Ay
Dios, el aislamiento total!
El pánico me domina, cierro mi ordenador, pongo a cargar
el teléfono, recojo los papeles, me proveo de agua, velas y mecheros y decido
irme a la cama, para que en el caso de que se produzca el corte, al menos me
pille acomodada, sin riesgo de descalabrarme mientras busco una vela en la
oscuridad de la noche.
Una vez en la cama, todavía con luz eléctrica en la
lámpara de la mesilla y un poco alterada, concluyo que, mientras disponga de
iluminación, será mejor leer y así relajarme un rato.
La noche transcurrió entre sueños agitados,
despertares sobresaltados buscando la luz verde de los números de mi
radio-reloj despertador y sustos que me hacían encender la luz de la mesilla,
porque con tanto movimiento mi almohada tapaba el despertador y a mí me parecía
que ya se había producido “la suspensión del suministro”.
Al sonido de las alarmas, saliendo del sueño
profundo que me proporciona la madrugada, casi de forma instintiva, pulso el
interruptor de mi lámpara y se enciende la luz. Al tomar conciencia del hecho,
me levanto, ligeramente contenta, cansada por una ajetreada noche, pero
contenta. He tenido suerte y podré resolver todo esto antes de que vuelva la
noche.
Las cuestiones laborales de la mañana no me
ofrecieron mucha tregua y finalmente tuve que pedir socorro a uno de mis
hermanos para que realizara las gestiones por mí, porque me volvía a ver de
noche, a oscuras en mi casa y muerta de frío.
Al mediodía me informan que las gestiones se están
demorando más de lo previsto, porque, al parecer, no es una tarea tan sencilla
como yo pensaba.
Y tanto que no era sencillo. Ya por la tarde,
tranquilamente sentada frente a mi mesa de la oficina, me dispongo a “coger el
toro por los cuernos” y lo más serena posible agarro el teléfono para resolver
aquel entuerto y sobre todo para asegurarme de que no se va a producir ningún
corte de luz.
La operadora con la que por fin consigo hablar, de
origen, y un acentuado deje, sudamericano, tras mantenerme innumerables veces a
la espera (sin música, ni nada) y tras comprobar y recomprobar mis datos y mi
expediente, me informa que no tengo ningún impago con esa compañía.
Insisto en el mensaje que he recibido y el
consecuente susto. Me contesta que Endesa nunca envía mensajes “al celular” por
impago y que además la última factura que les consta es la de febrero y aparece
pagada.
Solución: “Que haga caso omiso al mensaje”
Como si hacer caso omiso al mensaje me asegurara que
no me van a cortar la luz.
He planteado la cuestión sobre la posibilidad de que
fuese algún tipo de timo o algo parecido. Negativa al respecto.
Al final y por más que he preguntado y vuelto a
preguntar, sólo he conseguido que me digan, vía telefónica, que ha debido ser
un error y que me olvide del tema.
Ante situaciones así, donde se agotan todas las
vías, me rindo, sólo me queda rezar para que de verdad sea un error y no me corten la luz.
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