Quizá porque ya no cupieran más monedas o porque no
tuviera más monedas que echar dentro, hoy ha tocado “despanzurrar” mi hucha.
Era de esas huchas de las de toda la vida, de lata,
sin truco ni apertura debajo. Difícil sacar las monedas incluso con un
cuchillo, como ya intentó en una ocasión una de mis sobrinas.
Ha tocado tirar de abrelatas. Dicho así parece sencillo,
pero en mi casa, por problemas de destreza no hay abrelatas manuales, por lo
que ha habido que tirar de abrelatas eléctrico. La visión de semejante escena
ha resultado tan patética que tan sólo la ha salvado el recuento final de
monedas, que ofrecía una cantidad muy por encima de lo esperado.
Tal vez la siguiente hucha sea de barro, por aquello
de evitar la escena del abrelatas asesino, aunque, ¿quién sabe? La visión de la
hucha hecha añicos tras estamparla con el suelo para recoger las monedas de todos
los rincones del salón tampoco es que resulte muy agradable.
Bueno, de aquí a que vuelva a poder ahorrar, creo
que tengo tiempo de pensarlo.
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