No sé porqué a ellos, los políticos, les funciona.
Yo lo intenté, hace algo más de un año y por mucho
que me repetía la mentira a mí misma, no conseguí convertirla en verdad.
Ahora viendo las noticias (¿quién me manda a mí?) sobre
una convención del partido gobernante, observo, sin mucha sorpresa, que ellos se las creen. Ignoro
cuántas veces se las han repetido a sí mismos, pero no sólo se las creen los
que las dicen, sino todos los que, allí sentados, las escuchan. Y si no se las creen, las
acatan y las hacen suyas igualmente. Son fieles, pero con poca lacha.
Deben creer que tiene mucho mérito ofrecer esa
imagen de unidad de la que tanto presumen y esos aplausos de los suyos, al
igual que los de la oposición cuando ante sus seguidores obtienen la misma
tanda, o más, de aplausos.
Quizá, si en ambos casos, los aplausos vinieran de la otra parte
realmente tendrían valor. Si fuesen capaces de valorar con objetividad y
coherencia, sin dejarse influenciar por tanto interés, sólo entonces me podría
plantear cuánto de verdad hay en lo que dicen.
¿Manipulación? No creo, simplemente, ceguera (voluntaria
o no) ante la verdad. Para mí sigue siendo mentira.
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