Escribí una historia. Me pareció divertida y decidí
dibujarla. Durante unos días creía que aquella historia se entendería mejor
contada por esos personajes que fluían por mi cabeza y los plasmé en un papel.
De pronto aquella historia se cayó. Perdió su
sentido propio y creo que hasta el sentido en general, y una goma de borrar
eliminó todo el texto.
Observando los dibujos pensé que podía ser una
historia muda y la goma de borrar fue haciendo algunos cambios, aunque, tras ir
moldeando líneas y cambiando algunas expresiones faciales, aquello se parecía
cada vez menos a lo que aquellos personajes querían contar al principio, y la
goma de borrar se volvió loca. Ya no sabía qué borrar y comenzó a deslizarse de
forma aleatoria por aquel boceto lleno de dibujos, algunos de esta historia y
otros no. Los bocetos, son lo que son, y no siempre contienen lo que deben. El
dibujo de al lado, ajeno a toda esta historia y preso de pánico, no pudo más que
poner esta cara:
Después del susto, y advertida por la siguiente
imagen, sólo pude cerrar el blog de dibujo y evitar más catástrofes.
Este dedo me ayudó a tomar la decisión. Por un
tiempo me estaré quieta y al menos daré tranquilidad a esos dibujos que nada
tienen ya que ver con el ir y venir de mis peregrinas ideas.
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