jueves, 19 de septiembre de 2013

EL CAFÉ CRUJIENTE


Llego al CPR de Plasencia, echo el dinero en la máquina del café, selecciono la modalidad que tomo habitualmente y mientras aquel aparato hace sus ruidos pertinentes, yo espero que me ofrezca mi elixir.
¡Sorpresa! la espumita de mi café venía coronada por una hormiga.
Saqué la hormiga con el palito ese que viene de serie y me dedique a investigar si había más hormigas o si esa había caído ahí por casualidad. Como es normal, las hormigas nunca vienen solas y esta no iba a ser menos. Mi café estaba plagado de hormigas ahogadas.
Con mi vasito de plástico me dirigí al conserje del edificio y le comenté el caso, añadiendo que posiblemente tuvieran un problema al haber entrado las hormigas en el departamento del azúcar de la máqujna. El conserje con mucha educación me contesta que el problema no lo tiene él, sino una empresa de Salamanca que son los propietarios de la máquina. Yo, sin salir de mi asombro y ya en tono irónico le digo: bueno, en realidad, la que tengo el problema soy yo, que a pesar de haber pagado el café no me lo puedo tomar.

Tras el comentario, me indicó que podía pasar otro día a recuperar mis cincuenta céntimos, a lo que en el mismo tono le contesté que no me compensaba mucho recorrer 150 km por esa cuantía. 
Le pedí, por favor, que mientras hablaban o no con la empresa, apagaran la máquina pues a otras personas les podía pasar lo mismo que a mí y en caso de no darse cuenta, se tomarían un delicioso “café crujiente” cargado de proteínas. Le vi la intención de hacerlo, pero tres horas después cuando volví a pasar por delante de la máquina, sin que el hecho me sorprendiera en exceso, seguía encendida.

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