Al estilo de Don Quijote, y a consecuencia de
asuntos caballerescos, como a él mismo le sucedió, me preparaba, este mediodía,
frente al espejo, antes de asistir a una importante negociación.
Me coloqué mi atuendo, el propio de la nobleza de la
Corte, y antes de abandonar mi palacio recogí mi mejor arma. Mi dirigí a las
cuadras, donde monté mi fiel corcel e inicié el viaje que me llevaría hasta el
Castillo de mis aliados.
Durante el trayecto, planeaba el planteamiento de
las negociaciones. Comenzaría, sin duda, colocando las cartas sobre la mesa y
exponiendo los datos obtenidos por mis informadores, haciéndolos valer, si
fuera necesario, con el poder de mi arma.
Al llegar, un noble caballero ofició el recibimiento
y tras la llegada del resto de los nobles convocados, comenzó el diálogo que no
ha tenido su buen fin hasta pasadas las diez de la noche. Punto por punto se han
ido cerrando las condiciones del acuerdo.
En realidad, tenía una reunión a las seis de la
tarde. Me cambié de ropa, recogí mi ordenador, que hoy por hoy, es mi
arma más poderosa, me monté en mi coche, que tenía aparcado en el garaje y me desplacé unos
catorce kilómetros hasta el punto de reunión que tendría lugar en la Casa de la Cultura
de una población cercana. Allí expuse toda la información, que gracias a
algunos amigos pude obtener de varias direcciones de internet, mi principal
informador. Por supuesto tuve que sacar mi portátil, para corroborar la
información y descargar documentos necesarios para poder avanzar. Llegadas las
diez de la noche, dimos por finalizada la reunión con las decisiones más
importantes, ya tomadas, y unos estatutos prácticamente redactados.
Esto me pasa por ver un episodio de Isabel durante
la comida en vez de ver el telediario y darle rienda suelta a mi imaginación y
juego a la de mi sobrino, con quien comentaba de la serie y de mis tareas
diarias. Como a Don Quijote, pero sin libros y en versión moderna. Aunque, en
realidad, desde los tiempos de Isabel de Castilla para acá, tampoco han
cambiado tanto las cosas. ¿O sí?
Tienes razón. Las cosas no han cambiado tanto porque aun hay bellacos malandrines tuercebotas y demás fauna mas propia de un verso de Quevedo que de nuestros días. Pero, por suerte, también existen doncellas, bellas doncellas capaces de animarte con una sonrisa o desfacer entuertos con su mejor arma.
ResponderEliminarDulces sueños hermosa doncella