No era tan fiero el lobo como lo pintaban.
Diecinueve alumnos y alumnas que durante unos días,
les guste o no les guste, han pasado a ser mis niños.
El estar con ellos y ellas, mañana, tarde y noche, enriquece
y, supongo, que también cansa, aunque en esta ocasión he de decir que mucho
menos de lo que pensaba.
Es normal, son de los buenos, de los ganadores,
aunque de vez en cuando hay que recordarles que no están en casa y que los
pasillos del hotel no es la calle de marcha de su localidad.
Ayer tocó todo el día de viaje y el cansancio hizo
mella en sus ganas de comerse toda Galicia en una noche.
Hoy, por si tenían intenciones, las actividades del
día no han dado tregua: Visita turística en A Coruña incluyendo una visita a la
empresa Igalia y visita a la editorial Kalandraka en Vigo, y aunque el
cansancio es menor, siguen unidos a las habitaciones del hotel.
Ahora es cuando toca recordar aquellas excursiones
de instituto, en mis años de estudiante, cuando los profesores intentaban no dejarnos
respirar.
Esta tarde, entre los comentarios de sobremesa de
los profesores resurgen nuestras anécdotas. Eran divertidas entonces y lo
siguen siendo ahora, aunque sólo cuando nosotros éramos los protagonistas,
totalmente exentos de responsabilidades. Hoy la cosa pinta de otro color.
De momento, no nos podemos quejar mucho. Todo va
sobre ruedas y conforme al programa previsto, salvo alguna curiosidad
gastronómica (de tres comidas que llevamos en Galicia, no se ha probado el
pescado ni el marisco y hemos comido tres veces pasta) y algún despiste del
conductor que nos ha amenizado los desplazamientos pasando varias veces por el
mismo sitio o dando marcha atrás con el autobús proporcionándole emoción al
trayecto. En fin, cosas del directo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario