Hacía mucho tiempo desde la última vez que al llegar
a un cruce alguien me preguntaba ¿hacia dónde?
Mi subconsciente casi respondió por mí. Cáceres
salió de mis labios como la mejor alternativa ante las propuestas.
Un inesperado y encantador viaje, nos llevó a una
agradable cena que resultó ser el preámbulo de un fantástico rato que puso la
guinda a un genial fin de semana.
Tomar “la última” en La Traviata hizo que mi mente
volviera años atrás, a mis años de estudiante en esa ciudad, y a las largas
charlas del café de los domingos con amigos y compañeros de aquella aventura.
El viaje de vuelta y el calor de la compañía permitieron
regodearme en una placentera sensación de bienestar absoluto, lejos de todo lo
que al día siguiente me esperaría al sacar los pies de la cama.
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