Habría estado bien recibir un mensaje de vuelta.
Incluso que una llamada hubiese concretado un encuentro y un nuevo cruce de
miradas, un guiño, un momento de complicidad.
El silencio, muchas veces deseado, aplomaba,
entonces, un estado de ánimo inicialmente expectante.
Había una explicación. Siempre la hay. Aunque no sea
la esperada.
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