martes, 16 de julio de 2013

DOLOR DE ORGULLO



Ya me tocó. Ayer me estrené en eso de pagar por aparcar en la zona azul.
A pesar de que va totalmente en contra de mis principios, me toca entonar el “mea culpa”. Sí, yo he sido una de las que ha pagado por aparcar.
Decir que tenía motivos, que llevaba a mi madre al centro y ella no puede hacer grandes desplazamientos a pie, suena a excusa barata, a pesar de ser cierta.
Después de un par de vueltas con el coche por calles cercanas que no tienen grafiteado el suelo, mi madre me miró con cara de circunstancias, como queriendo decirme: ¿Qué carajo estás haciendo? Tras la mirada y conociéndome mejor que nadie, se echó a reír. Era obvio que tenía que aparcar en los espacios delimitados por las rayas azules y aquello me dolía en lo más hondo. Pero no me quedaba otra alternativa, en algún sitio tenía que meter el coche.
La cuantía es lo de menos, no fue mucho, pero eso no hizo que mi dolor de orgullo fuera menor.

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