Hacía mucho tiempo que no me paraba a ver el cielo.
Hoy la excusa han sido las Perseidas.
Después de un duro día de trabajo, en el que parece
que las vacaciones no vayan a llegar nunca, el haber estado tumbada en el césped,
vigilando mi pequeña parcela de cielo no iluminado, me ha proporcionado un rato
de reflexión muy agradable.
Como el año pasado estas estrellas fugaces hicieron que
se me cumplieran varios deseos, este año no podía dejar pasar la oportunidad de
algunas nuevas peticiones, y dejando fluir mi lado más infantil, he inventado
juegos que pudieran atraer a las estrellas a mi trozo de cielo.
El juego no se ha dado mal. En poco más de una hora,
he visto pasar unas dieciséis estrellas y aunque algunas han sido muy
discretas, otras han sido espectaculares y han dejado una estela que se ha
podido ver durante más de dos segundos.
Habría estado
genial pasar la noche bajo tan bonito espectáculo, pero el sueño me ha ido venciendo y he preferido acudir al cobijo
de mis sábanas.
El año que viene, con el recuento hecho de deseos
cumplidos, volveré a verlas.
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