Al igual que las mujeres, cuando convivimos o
pasamos mucho tiempo con otras mujeres, tendemos a sincronizar nuestras reglas,
por lo visto debido a algo que se llama el Efecto McClintock, hay algunos
aparatos que tienen la misma tendencia.
En las mujeres, al parecer, es debido a unas
sustancias químicas que se denominan feromonas y de las que se desconoce casi
todo. En los aparatos mecánicos, desconozco cuál es el motivo, por lo que
empiezo a sospechar que mi coche y los de mi círculo más cercano, también deben
tener esas feromonas.
En el último mes, casi todos los que conozco han
tenido que llevar su vehículo a la revisión anual de su estado de salud, en las
instalaciones de la Inspección Técnica de Vehículos.
Durante este tiempo, la mecánica ha entrado en
nuestras conversaciones de forma más o menos sistemática, pues todos nos hemos
ido preocupando por el estado de cada uno de los coches. Algunos son jovencitos
y han pasado con alegría, como el que se coge un día libre para ir a por
recetas. Otros, de edad muy avanzada, iban con algo de miedo, casi temblando,
diría yo, hasta el punto de que al salir de la Inspección, ya lejos de las
instalaciones oficiales, se le cayó un espejo retrovisor. Y en mi caso, que ha
sido el último y ya empieza a tener una edad, contaba con la experiencia del
año anterior, que al intentar pasarla, estuvo ingresado en un taller durante
casi un mes, así que le hemos añadido algo de suerte con el parámetro “horario”
pasándola este año a las tres y cuarto de la tarde.
No falla, si vas a horas intempestivas, la pasas
fija. Y es que a última hora no quiere trabajar ni Dios, y a primera hora no se han puesto las pilas todavía.
De momento no sé si por el efecto McClintock, por la
feromonas o por cuestiones puramente circunstanciales, podemos aparcar el tema “mecánica”
hasta el año que viene por las mismas fechas. A ver si entonces tenemos todos
la misma suerte.
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