Al girar en la rotonda, entre dos salidas, esperaba
con la mochila a la espalda, el brazo extendido y el dedo gordo hacia arriba, a
que un mundo de posibilidades se abriera cuando alguien se decidiera a parar.
Podría haber sido yo, sin embargo, la corta distancia
que habitualmente recorro no le habría aportado ningún avance en su aventura.
Por eso, y porque no suelo ser atrevida para esas cosas, no paré.
Así viajaba Malena con mucha frecuencia y las historias
de sus viajes nos embelesaban durante cafés, cenas y copas cuando volvía. Aunque
en el fondo nos resultaba emocionante, siempre le decíamos que era una
inconsciente; igual hacía autostop cuando no tenía coche, que recogía a todo el
que se encontraba en la carretera cuando a su Ford le daba por funcionar.
Sentí nostalgia, pero me resultó agradable
recordarla en ese momento.
Si hubiese sido ella no habría dudado en parar. Yo
habría cambiando mi dirección del oeste al norte. Habríamos cogido la A66, café
en Salamanca, comida en Benavente, enganche con la A6, un refresco en Lugo y
noche en casa, en A Coruña. Al amanecer partiríamos hacia el fin de la tierra,
Fisterra, y desde allí se abriría un nuevo mundo de posibilidades, como el que la
chica con el dedo gordo hacia arriba y la mochila a la espalda esperaba al pie
de la carretera, junto a la rotonda.
Deshaciendo el camino andado, ya de noche, la chica no
estaba. Su viaje ya había comenzado o continuaba, ¿quién sabe?
Y ahí fue cuando me di cuenta de que ahora es raro encontrarse a la gente haciendo autostop, porque ahora la gente hace "Bla bla Car".
Y ahí fue cuando me di cuenta de que ahora es raro encontrarse a la gente haciendo autostop, porque ahora la gente hace "Bla bla Car".
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