Ya pasé, gracias a Dios, aquella etapa en la que no
era necesario contarle nada a mi madre, porque ella no me entendería.
También pasó la etapa de ocultismo en la que contaba
sólo algunas anécdotas y de otras pensaba: Anda, que como se entere mi madre…
La fase de adultez en la que transcurre mi vida ha
propiciado, como en la mayoría de las personas, la cercanía a mi madre, la
complicidad, la comprensión y la ayuda mutua.
No obstante, todavía y con la edad que tengo, de vez
en cuando, cuando me veo en alguna situación engorrosa, viene a mi cabeza la
frase “Mi madre me va a matar”.
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