En días como el de hoy, sigo pensando que necesito
que los días duren 48 horas y que mi cuerpo pudiera aguantarlas.
Llegando la hora de acostarse toca balance del día,
pero el agotamiento casi me lo impide.
En un rápido repaso mental se agolpan y se
entremezclan en mi cabeza las conclusiones de una reunión, la presentación de
una propuesta de trabajo, preparación de la reunión de mañana, lectura y contestación de correos, llamadas
telefónicas indiscriminadas, viaje de trabajo, pasar por la peluquería, recoger
a una de las niñas, ducha, cena y charla.
Sin embargo, hecho el balance, creo que por hoy es suficiente. Si tuviera más horas
las cosas podrían complicarse.
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